En un lugar lejano del universo vivían seres muy extraños. Ellos tenían la cabeza oblicua, ojos saltones, boca deformada, los dedos de los pies hinchados, las manos como resortes y la panza como gelatina.

El lugar donde vivían era hermoso, con flores, pajaritos verdes y los árboles daban frutos exquisitos.

Las casas estaban hechas de musgo y algunas de gelatina.

Todo aquello sobrevivía gracias al oxígeno... Un día, sin saber por qué, el preciado oxígeno se acabó.

Las casas de musgo se empezaron a deshacer, despedían un olor nauseabundo que no se soportaba.

Todos usaban broches en sus narices, y como éstas eran enormes, los broches no alcanzaban para todos.

El presidente del planeta estaba en una crisis de nervios, pero sin saber qué hacer se fue a otro planeta y los dejó indefensos.

Por suerte apareció Frida, una joven delgada y rubia, y con un solo ojo, que pidió ayuda a sus amigos los árboles, y a todos los que pudieran donar un poquitito de oxígeno.

Fue así que todo el planeta volvió a respirar feliz.