
Cruz le había pegado a la altura de la tibia en una pelota dividida, al principio “rengueaba” y por eso el técnico decidió sacarlo, pero el “22” no quería abandonar la cancha.
Fue una situación muy especial que se dio cuando apenas promediaba el primer tiempo. En una jugada dividida, Cruz y Brítez disputaron la pelota y Baliño –equivocadamente- sólo decidió mostrarle tarjeta amarilla al defensor rojiblanco, quien quedó en el piso y luego fue atendido por el doctor Calvo, que en la misma jugada había tenido que revisar a Jonathan Álvez, que había quedado lesionado adentro del área. Brítez decidió seguir, pero “rengueaba” y en una jugada sobre el fondo de la cancha, cerrando a espaldas de sus centrales, volvió a caer en el piso dando muestras de dolor. Jorge Baliño, uno de los protagonistas del episodio. Foto: Eduardo Seval Allí, Munúa resolvió que era momento de reemplazarlo por Agüero, el último de los refuerzos que llegaron a Unión y que todavía no había tenido la chance de debutar. Pero se encontró con la negativa del temperamental defensor surgido de las inferiores de Unión. Allí se dio una situación muy particular, con discusiones e incertidumbre, hasta que en una jugada posterior, Munúa le pidió al juez de línea que mostrara el cartel para que Brítez salga de la cancha. Lo hizo por un costado, saludó con gestos a Agüero y luego se dirigió hacia el sector del banco de los suplentes, con claros signos de disconformidad. Además, el defensor rojiblanco había sido amonestado y esa causa también ayudó para que Munúa decidiera excluirlo.
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