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tribuna política

La contradicción capital-trabajo como ancla del progreso

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Manifestantes derriban vallas el pasado 18 de diciembre en Buenos Aires.

Foto: MAXIMILIANO RAMOS Zuma Press/dpa-mag

Apretando la síntesis, el proceso histórico político que culmina en la década del ‘70, pero cuyas consecuencias aún vivimos, tiene como antecedente una dialéctica cuyo eje transcurre por la relación conflictiva entre el capital y el trabajo, entre un establishment elitista y egoísta y un campo social careciente y demandante de reformas, que condujeron a un enfrentamiento dirimido en las calles y el poder.

La relación dicotómica entre una clase social capitalista y conservadora y un conglomerado social involucrado por un significante vacío, “pueblo”, convocante en torno a un discurso carismático antagónico con aquélla, fue fundacional de gran parte de los conflictos y carencias que hoy están presentes.

La demonización del “capital” en la primera etapa del peronismo y su acercamiento ideológico con doctrinas socialistas en la evolución post peronista de la primera época, alimentaron un enfrentamiento imposible de dirimir por la vía electoral, como quedó demostrado en la constante inestabilidad de los gobiernos constitucionales de Frondizi e Illia, jaqueados en su fortaleza por demandas y operaciones sindicales y políticas, que en buena medida esterilizaron todos los intentos modernizadores y de saneamiento que intentaron sus mandatarios y colaboradores.

Los golpes militares fueron la culminación de la intolerancia y la impaciencia política y social de uno y otro lado, que no veían en la práctica reflejados en la acción de gobierno, los intereses y la representación ideológica de sus propuestas o pretensiones.

La muerte de Perón en el transcurso de su nuevo gobierno, y la inoperante sucesión por parte de su esposa, profundizaron las pugnas desatadas en el luchado camino de retorno a la democracia, generando una inestabilidad que hubo de ser resuelta por el golpe militar del ‘76, que nos condujo a uno de los errores políticos más graves de nuestra historia en el siglo XX.

El proceso militar destruyó las bases de convivencia de gran parte de la sociedad, a partir de la valoración social y política de los acontecimientos de la época, que colocaron al país entre la acción subversiva de grupos paramilitares y la represión subrepticia y violenta de las fuerzas armadas en el poder, que habilitaron en la lucha antisubversiva prácticas imperdonables de violación a los más elementales derechos humanos.

Pero esa violencia antisubversiva se transformó en coartada, para debilitar y hasta casi hacer desaparecer el principio de autoridad en el ejercicio del poder, para todos los gobiernos democráticos surgidos desde 1983. La ruptura de la relación causal en la ponderación de la relación fiscal entre el Estado y los contribuyentes ha creado, en la cultura argentina, particularmente en el ámbito popular, la idea de la posibilidad infinita de sostener un gasto estatal deficitario, para evitar cualquier ajuste en el dispendio público que implique alguna pérdida de ingresos.

La cultura de la “post verdad” conjugada con la demagogia populista, ha instalado en la gente la idea que el estado puede gastar indefinidamente recursos que no tiene y que cualquier ajuste se realiza en beneficio de los “ricos”, de los “grupos concentrados”, de los “medios hegemónicos” y cualquier otra ocurrencia defensiva.

El debilitamiento de la autoridad y la cultura deficitaria se han transformado en una pinza que atenaza al gobierno, a la hora de tomar decisiones económicas racionales, con las consecuentes exteriorizaciones externas que jaquean al poder y las instituciones de la república a la hora de cualquier reforma que tienda disminuir la brecha fiscal.

Los principales regímenes comunistas del mundo, como Rusia y China han comprendido el fracaso del capitalismo de Estado, y han emprendido reformas aceleradas en dirección a la incorporación activa de la iniciativa privada y el capital de riesgo en sus economías, generando las condiciones de seguridad y estabilidad para la inversión, a partir de normativas que compatibilizan sus regímenes políticos con los estándares del capitalismo mundial.

No hay dudas de que en la lucha entre socialismo y capitalismo, en términos de progreso social, el socialismo “perdió por goleada” y las mejoras económicas, en los países socialistas a partir de la apertura al capitalismo y la libertad económica, son manifiestas.

Empecinarse en mantener recetas opuestas a la racionalidad económica y al equilibrio fiscal, nos condenan a un aislamiento imposible, a la pérdida de competitividad y al encarecimiento sistemático de la satisfacción de nuestras necesidades.

Cuanto antes concretemos los cambios necesarios, más rápida será la apertura al mundo, más fácil el acceso a las inversiones necesarias y más cercanos los beneficios del desarrollo y el crecimiento. Los gobiernos populistas, deficitarios incorregibles, nos han dejado como herencia, un país con más del 30 por ciento de pobres.

Para superar la decadencia es necesario registrar, que los “empresarios”, los “capitalistas”, los “grupos concentrados”, los “ricos”, o como se quiera llamarlos, son una pata indispensable en la concreción del progreso, el crecimiento y el desarrollo, porque son los que invierten, toman riesgo, tienen la creatividad y la inventiva para concretar sus empresas, conducirlas y a partir de ello generar empleo.

Sin los “emprendedores”, los enemigos del sistema capitalista y de la actividad económica privada se quedan en un yermo desierto, reclamando por los puestos de trabajo perdidos, llorando sobre la leche derramada, quedando pendientes de un Estado presuntivamente salvador, que a la postre no salva nada.

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Un manifestante lanza piedras contra la policía el pasado 14 de diciembre en Buenos Aires, Argentina, durante una protesta en las inmediaciones del Congreso. Foto: ROBERTO ALMEIDA AVELEDO / dpa

Para superar la decadencia es necesario registrar, que los “empresarios”, los “capitalistas” los “grupos concentrados”, los “ricos”, o como se quiera llamarlos, son una pata indispensable en la concreción del progreso, el crecimiento y el desarrollo...



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