Nadie puede burlar al destino
Las actrices Natasa Raab y Luminita Gheorghiu, en una escena de “La mirada del hijo”, de Calin Peter Netzer. Foto: Archivo El Litoral
Laura Osti
El título original de esta película rumana alude a una postura del Yoga, que en castellano se diría “la postura del niño” y que en rumano se conoce como “la postura del hijo”. Película que en Argentina lleva el título de “La mirada del hijo”.
El sentido de la frase fue revelado por el propio director, Calin Peter Netzer, al referirse en una entrevista a una postura clásica de descanso, típica de la disciplina oriental milenaria, que implica estar de rodillas, sentado sobre los talones y con la frente en el piso.
La aclaración viene a cuento porque este film se caracteriza por su lenguaje plurisémico, porque a la vez, la expresión mencionada podría significar el punto de vista del hijo, entre otras posibilidades.
El guión, firmado por Razvan Radulescu y el propio Netzer, juega con una concepción con nítidas reminiscencias trágicas, de esas que abrevan en lo más profundo de la tradición clásica, más precisamente, griega.
Se trata de la difícil, compleja, conflictiva, tensa y no feliz relación entre madre e hijo.
Ella, la madre, es una mujer de 61 años que goza de muy buena posición social. De profesión escenógrafa, devenida en arquitecta, tiene muy buen pasar económico y tiene contactos en todas las esferas del poder local. Estuvo casada con un médico, con quien tuvo un hijo, aunque ahora están divorciados.
Es su cumpleaños y Cornelia no está contenta porque quisiera que Barbu, su muchacho, asista a la fiesta a la que concurrirán sus amistades. El joven no atiende sus llamados y el deseo de la madre se verá frustrado.
Pero el destino moverá sus piezas para que los caminos de ambos se crucen de inmediato, aunque de una manera imprevista y no precisamente halagüeña.
Una amiga de Cornelia es la encargada de transmitir la infausta noticia: Barbu ha tenido un accidente, pero rápidamente aclara que no ha sufrido lesiones, aunque el alivio dura poco porque hay algo más. Barbu ha atropellado a un niño de 14 años, que resultó muerto por el impacto. Ahora, el muchacho está en la seccional de policía y se enfrenta a problemas legales.
Cornelia es una madre posesiva, absorbente, dominante, manipuladora y todas esas características se ponen en acción y se pueden observar en su reacción ante la noticia y los movimientos que encara para tratar de cubrir a su hijo. Habla con amistades influyentes, se comunica con abogados, increpa a la policía, tantea al otro conductor involucrado en el hecho, intenta cambiar declaraciones y pericias, y hasta quiere sobornar a los familiares de la víctima.
En todo ese proceso, la mujer, acostumbrada a mandonear y a hacer su santísima voluntad, va quebrándose y desmoronándose por la situación, sobre todo, porque acentúa la crisis ya existente en la relación con su hijo, quien la rechaza en todo momento.
“La mirada del hijo” es un relato denso, dramático, oscuro, en el que una cámara nerviosa persigue a esta madre soberbia y frágil a la vez, y la va desnudando y desarmando hasta convertirla en un ser humano sufriente, quizás víctima de sus propios errores y enfrentada al destino cruel que no deja de interpelarla.
Netzer expone todo el dolor que atraviesa a los personajes en una trama en la que el accidente viene a funcionar como el detonante que hace estallar conflictos que venían operando por lo bajo, solapadamente, llevando la situación a una crisis de impredecibles consecuencias.
Es una película interesante, por su estética despojada y por la capacidad para pintar a una sociedad a partir de mostrar una tragedia personal, en la que se destaca el excelente trabajo actoral de Luminita Gheorghiu en el papel protagónico.