Acusan al gobierno norteamericano de experimentar al ejecutar a condenados
Estados Unidos asiste estos días al nacimiento de nuevos métodos para aplicar la pena de muerte, y las ejecuciones de los presos condenados al castigo capital se convierten en experimentaciones letales.
La sala de ejecuciones de la cárcel federal de Oklahoma donde son aplicadas las inyecciones letales. Foto: Archivo El Litoral
Redacción de El Litoral
Agencia EFE
La escasez de las dosis de las inyecciones letales convencionales ha forzado a la mayoría de los 32 Estados norteamericanos que aplican la pena de muerte a tantear nuevos métodos de ejecución, incluso ha puesto sobre la mesa una posible vuelta al uso obligatorio de la silla eléctrica.
“Me quema todo el cuerpo”, dijo Michael Lee Wilson tras recibir la inyección letal el pasado 9 de enero en el Estado de Oklahoma. Fueron sus últimas palabras.
Sólo dos de las seis ejecuciones que se han realizado en Estados Unidos en lo que va de 2014 han utilizado las inyecciones letales más comunes, compuestas por tres medicamentos, y en las otras cuatro se han empleado tres combinaciones distintas.
En la última prevista, que ha quedado suspendida temporalmente por la Corte Suprema, se pretende usar una inyección letal con un solo componente, el anestésico pentobarbital, cuya procedencia fue declarada “secreta” en el Estado de Misuri y que se obtuvo a través de una fórmula magistral, excluida, por tanto, de la supervisión de las autoridades federales.
“Muchos Estados son reticentes a informar sobre el origen y la calidad de los fármacos usados, lo que evita que los tribunales, los únicos que pueden determinar la legalidad de la ejecución, decidan antes”, lamenta Jennifer Moreno, abogada de la Death Penalty Clinic de la Universidad de California en Berkeley.
Sentencia inhumana
El ajusticiamiento más polémico, sin embargo, fue el de Dennis McGuire, que tuvo lugar el jueves 16 de enero en Ohio, con una inyección letal de dos fármacos cuyo uso no tenía precedentes, y que acabó convirtiéndose en uno de los más largos que se recuerdan.
Entre convulsiones y jadeos, según relatan las crónicas de los periodistas que presenciaron los hechos, McGuire esperó casi media hora desde que recibió la inyección hasta que se declaró su fallecimiento, algo que no suele llevar mucho más de cinco minutos.
La familia del preso ya ha denunciado al Estado de Ohio y a la compañía farmacéutica que suministró los medicamentos, a los que acusa de proporcionar al reo un castigo “cruel e inusual”.
Aun así, Luisiana, otro Estado en el que escasean las reservas de inyecciones letales, ha anunciado que adoptará la fórmula que se utilizó en Ohio con McGuire.
El legislativo de Virginia debatió y finalmente rechazó la semana pasada una propuesta para usar obligatoriamente la silla eléctrica en ausencia de inyecciones letales disponibles, en lugar de dar a elegir a los presos entre la inyección y la electrocución.
Durante años, en la mayoría de los Estados se utilizó una combinación estándar de tres medicamentos para la inyección letal: un anestésico o barbitúrico, un paralizante y cloruro de potasio.