—Los compañeros se reunieron en Mar del Plata -comenta José que hoy llegó temprano y pidió un café con leche con medialunas.
—¿Y se puede saber quiénes son los compañeros que se reúnen en Mar del Plata? Pregunta Marcial que espera a que Quito le sirva el té con galletitas de agua.
—¿Acaso no lo leíste... está en todos los diarios? Me refiero a los compañeros Moyano y Barrionuevo?
—No, no lo leí.
—¿No es que vos leés todos los diarios?
—Leo todos los diarios, pero por una cuestión de higiene mental la sección de policiales la salteo.
José se sobresalta con la respuesta, pero enseguida responde: ¡Sos un gorila a tiempo completo, viejo! Un heredero directo de los que en el ‘45 calificaron a los compañeros de aluvión zoológico.
—¿Y acaso no lo eran?
José está por responder, pero el que toma la palabra soy yo.
—Creo que habría que relativizar las afirmaciones.
—¿Vos calificarías a Moyano y Barrionuevo como compañeros? -me pregunta Marcial.
—No sé si como compañeros, pero me parece que tampoco son delincuentes.
—¿Y acaso no es así? -ironiza Marcial.
—Hace un rato oí hablar de aluvión zoológico dice Abel- pero me parece que es un total anacronismo, porque hasta los que lo dijeron luego se rectificaron.
—Lo mal que hicieron responde Marcial.
—Dejémonos de joder con las chicanas digo- y hablemos en serio.
—¿Desde cuándo en un café es importante hablar en serio?
—Desde siempre contesta Abel.
—Estás equivocado mi querido amigo responde Marcial-, el valor de una mesa de café reside en que se puede tomar en solfa los temas que los hombres importantes toman en serio. Una mesa de café que se toma en serio es tan desopilante como el dueño de un cabaret que suspende el show de las tres de la mañana para ordenarle a los presentes que recen el rosario.
—Admitamos -dice José- que la convocatoria de Mar del Plata fue algo serio.
—Si algo tiene esa convocatoria digo es que ni lo que se prometió ni lo que se hizo era serio.
—Lo único serio que se hizo en Mar del Plata, fue la inauguración de un casino a cargo del compañero Barrionuevo dice Marcial sin poder ocultar una sonrisa.
—Yo sigo creyendo que la unidad del movimiento obrero es importante para el peronismo y la Nación.
—Yo creo que es importante para el bolsillo de los burócratas sindicales- responde Marcial.
—Lo que yo no entiendo digo, -dirigiéndome a José- por qué defendés esa reunión en Mar del Plata, convocada por los enemigos de la señora Cristina.
—La defiendo porque yo lo que siempre defiendo es al peronismo.
—¿Y la señora no lo es? -pregunta Abel.
—Lo es, pero ya termina su mandato y, como se dice en estos casos, los presidentes se van, pero el peronismo queda.
—Lamentablemente suspira Marcial.
—Por otra parte agrega José- un peronista tiene la obligación de defender la columna vertebral del movimiento.
—Otra vez con esa cantinela musita Marcial.
—Como dijo el general continúa José-, tenemos dirigentes sabios y prudentes que han construido organizaciones sindicales que son un orgullo para los trabajadores.
—Sobre todo, son un orgullo para sus bolsillos.
—En cualquier parte del mundo civilizado contesta José- y graben bien lo que les digo, los dirigentes sindicales viven mejor que sus afiliados. A vos Marcial te gusta hablar de la globalización, pero pareciera que esa globalización no los alcanza a los trabajadores.
—¿Por qué?
—Porque hoy un dirigente sindical discute con el poder político, viaja por el mundo para acordar con otros dirigentes o con empresas multinacionales.
—Lo que a mí me consta interviene Abel- es que viajan al Caribe o a los Alpes Suizos y no a trabajar precisamente.
—A mí lo que me consta es que algunos de ellos son socios de los grandes clubes sociales, manejan empresas, sociedades anónimas y viven en mansiones orientales agrega Marcial.
—Yo admito que un dirigente sindical no puede vivir como un gremialista de principios del siglo veinte, pero admitime que a algunos se les va la mano -digo.
—Son los menos contesta José- pero de paso te recuerdo que de Vandor y Alonso dijeron incendios los gorilas y después se supo que vivían al día y sus viudas todavía hoy dependen de la obra social del gremio.
—Que yo sepa observa Marcial- a Vandor, Alonso, Rucci, Coria, Klosterman, no lo mataron los gorilas, sino los compañeros montoneros.
—Fueron los montos, no el peronismo.
—Ahora me vas a decir que Montoneros era una filial criolla del partido liberal de Holanda contesta Marcial.
—Admito que el movimiento nacional tiene sus contradicciones.
—Motivo por el cual, cada vez que pueden se liquidan alegremente.
—Eso era antes, ahora no.
—Eso me deja más tranquilo -suspira Abel.
—A mí por el contrario, de alguna manera me tranquiliza, porque siempre nos dijeron a los contreras que los comandos civiles ejercieron la violencia sobre el peronismo.
—¿Y no fue así acaso?
—Más o menos, porque acá los únicos comandos civiles que se dedicaron a matar obreros peronistas fueron organizados por el peronismo y se llamaban Montoneros.
—Ustedes digan lo que quieran reitera José- pero en América Latina sólo en la Argentina las organizaciones sindicales son tan poderosas.
—Con la plata de las obras sociales y la afiliación con descuento compulsivo, yo también soy Gardel digo.
—Ustedes critiquen y saquen el cuero, pero lo cierto es que gracias a esas grandes organizaciones sindicales los trabajadores tienen vacaciones, obra social y servicios de todo tipo. Además, cuando llega la hora de los aumentos salariales, ellos saben que los sindicatos los van a defender.
—Alguna vez se sabrá sobre el destino de la plata de las obras sociales, digo.
—Por lo pronto agrega Abel- nos hemos enterado de que a los compañeros les vendían remedios truchos.
—El que hizo eso está preso.
—Pero no es el único responde Marcial-, ¿o vos te creés que es casualidad que los dirigentes sindicales se parezcan a los gangsters de Al Capone o Luciano? Los mismos gestos, la misma expresión, el mismo mal gusto, la misma exhibición ostentosa de riqueza, el mismo desprecio por la vida ajena. Con una diferencia. Los gángsters por lo menos no justifican sus fechorías en nombre de la clase obrera. A su manera son más sinceros.
—Ustedes no pueden agarrarse de dos o tres malos ejemplos para descalificar a todo el movimiento obrero.
—Yo no hablo del movimiento obrero digo- hablo de sus burócratas.
—Pero no todos son chorros.
—Yo nunca dije que todos lo sean, corrobora Marcial- digo que casi todos.
—Lo que pasa es que a ustedes les molesta que los sindicalistas tengan poder, pero si no lo tuvieran carecerían de margen de negociación. La ecuación es sencilla: por qué son poderosos es porque la patronal y el Estado se ven obligados a llevarles el apunte. Además, en el sindicalismo hay de todo.
—Lo que sé es que todos son peronistas -observa Abel.
—No tenemos la culpa si somos mayoría en el movimiento obrero.
—Pero son responsables de las patotas, las barras bravas, la delación policial a los obreros disidentes, la corrupción.
—Eso era antes, ahora no es tan así.
—Sigue siendo así -replica Marcial- y lo es a derecha e izquierda, porque los llamados sindicalistas progres del peronismo, lo son hasta que a alguien se le ocurre discutirles el sillón, momento en el cual el burócrata más corrupto y violento se transforma en un niño de pecho al lado de ellos.
—No comparto -concluye José.