El ciudadano común y la democracia
Jorge Mántaras Cullen
DNI. 6.214.031. Ciudad.
Señores directores: Hace ya unos días se festejaron los 30 años de democracia en nuestro país y me gustaría que, fuera de todo pasionismo, analicemos qué significa para el común de todos los argentinos.
El Dr. Alfonsín en su discurso inicial dijo: “Con la democracia se educa, se cura y se come”. Luego de treinta años, se dejó de educar a los niveles óptimos de hace treinta o más años y hoy, según las estadísticas internacionales, estamos en los últimos lugares. En el tema de salud pública venimos cada vez peor: las prestaciones del Estado en hospitales públicos, salvo muy pocas excepciones, la falta de insumos, camas y hasta profesionales, es moneda corriente. El problema sería más grave si no fuera por la expansión de las prestadoras privadas.
Con respecto a comer: cada vez se les hace más difícil a las personas de bajos recursos acceder a una alimentación básica. En el país que fue el granero del mundo está faltando trigo, consecuentemente un elemento básico para hacer alimentos.
A estos temas citados por Alfonsín agreguemos otros que no son menos graves como la inseguridad, el crecimiento del narcotráfico, la impunidad y, como consecuencia inmediata, la corrupción enquistada en forma alarmante en el Estado. También se ha violado permanentemente la Constitución Nacional, no respetando la división de los poderes públicos, uno de los fundamentos básicos de la democracia. El Poder Legislativo prácticamente no existe. Tal como ocurría con los gobiernos militares, hay obediencia debida. El ejemplo más claro fue el expresado por el senador Pichetto. Vemos además que los diputados y senadores responden más a las órdenes del Ejecutivo que a los intereses de las propias provincias que representan. Tampoco se ha consolidado el federalismo, también pilar de la democracia, y hoy las provincias dependen de los caprichos del poder central. Asimismo, se ha desvirtuado o transformado el concepto de ayuda social a los más necesitados en un clientelismo partidario para recoger votos. Por último, una inflación descontrolada que se convierte en un impuesto cruel para los más pobres.
Como conclusión final, luego del convencimiento de que los que realmente tienen razones para festejar son los políticos, que pasaron de estar desocupados a ocupar distintos cargos en el gobierno nacional y en los gobiernos provinciales y municipales, cobrando importantes sueldos.
Éstas son las conclusiones de un ciudadano común, que ruega a quienes tienen las responsabilidades de hacerlo, que construyan una auténtica democracia.