Sociólogos e historiadores coinciden en que la década del 60 fue de una trascendencia singular. En ella, la Humanidad pegó el mayor salto en materia científica y tecnológica de su historia. Bastaría con decir que en esos años se desarrollaron la computadora, la fotocopiadora, la radio a transistores, el robot, el láser, el sintetizador de música, los jets de pasajeros, el transplante de corazón, la clonación, la astronáutica; y que el hombre pisó la luna por primera vez.
No se sabe bien porqué ocurrieron tantas cosas en esa década, aunque algunos lo atribuyen al liderazgo norteamericano logrado tras la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea. Los EE.UU. vivían una época de euforia en lo económico, social y militar, lo que les permitía dedicarse plenamente al desarrollo tecnológico. Y ese clima de euforia, de alguna manera logró transmitirse a gran parte del mundo.
En esos años, parecía que “todo era posible”, de allí la frase optimista “el cielo es el límite”.
Era la época de los grandes automóviles, imponentes, poderosos. ¿Quién no soñaba con un Impala, con pilotear un Mustang o hacer un safari a bordo de un Ford Bronco como el de Ray Coniff? ¿Y quién no escuchaba la versión de “Bésame mucho” interpretada por Ray Coniff, su gran orquesta y coro?
Claro que fue la época de Elvis, The Beatles, Creedence Clearwater Revival y los Stones. Y también de las grandes voces del Festival de San Temo: Mina, Luigi Tenco, Claudio Vila, Gigliola Cinquetti, Domenico Modugno, Nicola di Bari. Y del armenio-francés Charles Aznavour (Aznavurián) cantando “Venecia sin ti”. En el cine, Brigitte Bardot, Marylyn Monroe y Sofía Loren acaparaban la admiración masculina. Y Luchino Visconti estrenaba “Il Gatopardo”.
Entre Argelia y Vietnam
Por ese entonces, Gianni Morandi grababa un tema con letra de Lucio Dalla: “Había un muchacho que como yo amaba a los Beatles y a los Rollings Stones”, y contaba cómo le tocó ir a la guerra de Vietnam.
Es que se había pasado de la versión inolvidable de Edith Piaf de “El estandarte de la Legión”, símbolo de las contiendas de Indochina y Argelia, a la guerra que se libraba en Vietnam, luego magistralmente retratada por Francis Ford Coppola en su película “Apocalypse now” con la música de “Satisfacción” de los Stones.
Por esos años, se publicaba la trilogía de Jean Larteguy: Los Centuriones, Los Pretorianos y Los Mercenarios. El General israelí Moshe Dayan asombraba al mundo derrotando con sus blindados en seis días a las mayores potencias coaligadas del mundo árabe: Egipto, Siria, Irak y Jordania.
Era el tiempo del Citroen 2CV, de la Renoleta, del Rambler y del Valiant. Cuando “Ringo” Bonavena le ganaba a “Goyo” Peralta y Horacio “Roquiño” Accavallo se consagraba campeón del mundo al derrotar a Takayama. Fue la época en que Racing era “el equipo de José” y lograba, con un golazo increíble del ‘”Chango” Cárdenas, vencer al Celtic y llegar a lo más alto como campeón mundial de clubes.
Cuando el “Tarzán” Antonio Roma atajaba en el arco de Boca y Amadeo Carrizo en el de River, el “Mariscal” Perfumo defendía, en Racing, y Silvio Marzolini, en los xeneizes, Bernao “el poeta de la derecha” deslumbraba en Independiente, y el cordobés Daniel Willington era considerado por Pelé como el mejor jugador del mundo, brillando en Vélez. Estos monstruos del fútbol daban cátedra todos los domingos. Como si nada, como algo normal. Siempre con el relato radial de Fioravanti, el mejor relator de la historia.
La Argentina y el mundo
El mundo se daba el lujo de tener figuras políticas como Charles De Gaulle y John Kennedy. Asesinaban en Dallas al bostoniano, y el general De Gaulle se retiraba a la vida privada tras las barricadas estudiantiles del Mayo Francés de 1968. Tanta gloria, recluida en su casa de “Colombey les deux eglises”...
La Argentina, por su parte, lideraba en Latinoamérica. El proceso de desarrollo industrial se aceleraba, con inversión de capitales nacionales y extranjeros; los niveles de desocupación eran bajos, y las grandes fábricas metalmecánicas pagaban altos jornales.
Perón y el peronismo seguían proscriptos, y en 1964 el presidente Arturo Illia lograba que el gobierno militar brasileño impidiera el retorno del líder justicialista al país, haciendo que su avión, detenido en el aeropuerto de “El Galeao”, volviera a Madrid. En la España de Franco, el boom era el turismo internacional, organizado por un joven y talentoso ministro: Manuel Fraga Iribarne.
En estas tierras, los éxitos musicales estaban en “El Club del Clan”. Fue el surgimiento de Palito Ortega y su rivalidad con Leo Dan. Pero, a la vez, fallecía trágicamente el cantor de tangos Julio Sosa, y sus restos, velados en el Luna Park, eran despedidos por una multitud impresionante. Tango y “nueva ola”, en un país que se convocaba frente al televisor con los “Sábados circulares” de Pipo Mancera. Y al terminar, llenaba la pantalla “Combate” con el Sargento Sanders, interpretado por Vic Morrow.
Con sus luces y sus sombras, la década del 60 fue única. Mezcla de ingenuidad, de asombro ante el progreso, de guerras, pero también de esperanza en un mañana mejor.
Que no llegó. Pero esa época dorada dejó encendida una llama, que nos indica que tal vez la ilusión de una Humanidad más digna de la condición humana aún sea posible.