El amor después de la caída
Por María Luisa Miretti
“Las poseídas”, de Betina González. Tusquets. Buenos Aires, 2013.
En esta atípica novela de adolescentes, Betina González (Buenos Aires, 1972), construye una historia abierta narrada por una de sus protagonistas.
En un colegio religioso de Buenos Aires, la llegada de una alumna desde el exterior Felisa- rompe las rutinas y cambia los códigos, con las expectativas propias del misterio que acarrea su fuerte presencia en el lugar y que ni las monjas logran vencer. La cicatriz en su rostro, la forma de actuar, los modos de ser y de mirar inhiben al resto de las compañeras y a los profesores.
La primera voz en singular de López acerca muchas versiones de la vida cotidiana, con cierta carga irónica en muchas escenas: una excursión al Colegio Militar de El Palomar, en el que se pueden apreciar “los botines ganados en la guerra contra la subversión”; la pérdida de su virginidad con un cadete, de la cual no guarda ni siquiera asombroso recuerdo; la fuga de una monja a quien la esperaba el padre de una alumna en la puerta del colegio; la permanente discriminación por los apellidos; la Iglesia salvadora, el bótok, las estéticas y la medicina alternativa.
El hastío instalado en las aulas marcaba que a los 15 años ya no tenían nada que aprender. La llegada de Felisa desde Amsterdam aunque de nacionalidad argentina- seguía siendo la extranjera, la distinta y además sin madre, dos rótulos importantes (venía de un país en el que la droga circulaba con autorización y sin raíces), era la mejor etiqueta para no permitirle levantarse más, era la rara, la asquerosa.
Los relatos se alternan con algunas fechorías entre las alumnas alrededor de Felisa depresiva, con tendencias suicidas- quien las lleva a un viejo caserón, con figuras pintadas en las paredes, donde realizan ciertos juegos espiritistas, les hace percibir otras voces que la poseen, situación que perturba y se degenera.
Una novela que derrumba viejos tabúes y clichés religiosos, especialmente de los internados femeninos y de ciertas normas del establishment, ya que, como sostiene la autora “El amor, tal como la escritura quiere venderlo, no es más que eso: lo que queda después de la Caída”.