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Entre el deseo y la espera

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Por Roberto Daniel Malatesta

“Infinitaedro / El arte de la fuga y el silencio”, de Diego Suárez. Ediciones La Gota. Santa Fe, 2013.

Dos libros en uno son un buen comienzo. Diego Suárez, nacido en Posadas, Misiones, pero, ya hace unos cuantos años, radicado en la ciudad de Santa Fe, se presenta con esta poética, según sus palabras: entre el deseo de decir y lo decible.

Quizás la conciencia de esa distancia haya hecho más poesía que toda certidumbre resultadista. El poeta es el que sabe cuánto lo separa, mucho antes de cuánto une, y por lo tanto explora esa distancia. Poetizar supone algo superior al lenguaje, poesía es lenguaje erguido dirá O. Paz, donde, en palabra de Suárez se traduce: “nada es creado/ a imagen y semejanza/ de nada/ sino para demostrar/ el engaño de las apariencias”.

Reniega por lo tanto, el primer libro, Infinitaedro de todo: “como tal cosa” y reafirma: “ya nada en mí se muestra para ser reflejado./ Ya nada en mí se enuncia para ser repetido”.

En El arte de la fuga, segunda parte o segundo libro, como se lo quiera ver, ya el poeta adopta una actitud de mayor pasividad, casi contemplativa con respecto al lenguaje. “Mi arte radica en pasar el tiempo y el destiempo juntando y reciclando lo que se le cae al silencio” en ese ámbito: el silencio como lo blanco, la fuga como lo negro, o el yin y el yang que se complementan, en ese contrapunto el poema, ya sin la tensión del primer libro, descubre su desnudez: “el vacío ocupa un espacio concreto” y se inclina hacia la prosa que le permite mayor concreción: “abrís la ventana para no sofocarte con tantos recuerdos”.

Entre la tensión del lenguaje, deseo de decir y lo decible, y la paciente espera para que el silencio incube el huevo de la palabra, Diego Suárez nos deja su registro, una voz personal y serena en su caudal.



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