Abuso
China dejará de utilizar gradualmente a partir de noviembre órganos para trasplantes procedentes de presos ejecutados, según ha asegurado Huang Jiefu, director del departamento de trasplantes de órganos del Ministerio de Sanidad.
La medida se produce al tiempo que el Gobierno impulsa un programa de donación voluntaria en todo el país, que se encuentra con dificultades para avanzar debido a la falta de tradición de donar en China.
La práctica de utilizar órganos de presos ajusticiados -muy corriente en el país asiático- ha provocado numerosas críticas internacionales, y, aunque algunos chinos consideran que es una vía de redención para los criminales, las autoridades se han mostrado últimamente críticas con ella porque “empaña la imagen de China”. También han afirmado en el pasado que los órganos procedentes de prisioneros no son los más adecuadas porque los porcentajes de infecciones por hongos y bacterias que tienen son normalmente muy altos y las tasas de supervivencia a largo plazo de los pacientes que reciben trasplantes son inferiores a las de otros países.
Las organizaciones de derechos humanos consideran la utilización de órganos de ejecutados una forma de abuso y sostienen que las autoridades presionan a los sentenciados a la pena máxima para que donen o que sus órganos son extraídos en ocasiones sin su permiso o el de la familia.
China se ha comprometido desde hace tiempo a reducir su dependencia de los condenados a muerte para conseguir órganos, pero la gran demanda y la falta crónica de donantes hacen que sigan siendo la fuente principal. De hecho, en este año alrededor del 54% de los trasplantes realizados procedieron de presos ejecutados. La necesidad de órganos excede la oferta en este país de 1.340 millones de habitantes. Según algunas estimaciones, 300.000 personas se encuentran cada año en lista de espera para recibir un trasplante y sólo una de cada 30 lo acaba recibiendo.