En manos de la historia
Gabriel Rossini
Hugo Chávez murió y como cada vez que ocurre la muerte de un personaje tan controvertido, las valoraciones sobre su obra nos acompañarán por mucho tiempo, hasta que la historia pongan las cosas en su lugar.
Para entender a Chávez antes que nada hay que tener claro que era un militar, formado en las academias de la Doctrina de la Seguridad Nacional estadounidense, en la época donde las dictaduras militares asolaban la región. Pensaba en términos geopolíticos y no en términos ideológicos. Pero era un militar con una inteligencia extraordinaria y una formación intelectual poco común, que había leído también a los principales escritores marxistas.
Se hizo conocido, como casi todos los militares de este lado del mundo, con un golpe de Estado frustrado en 1992. Pero a partir de allí construyó una carrera política única, que supo apuntalar con los ingresos de las exportaciones de petróleo que en sus mandatos aumentaron de precio siete veces.
Su retórica latinomericanista que tantas simpatías concitó -financiada fundamentalmente por los ingresos de la venta de petróleo a EEUU, a quien convirtió en su principal enemigo- lo hicieron un visitante casi siempre presente en los países de la región, rodeado de figuras y personajes populares, que convertían su estadía en show. La Contracumbre de Mar del Plata, con Diego Maradona haciendo el saludo chavista, es un buen ejemplo de ello.
Cuando asumió en 1999 luego de ganar las elecciones el año anterior, prometió cambiar todo y lo hizo. Pero antes que nada se propuso cambiar la vida de los pobres, que eran quienes lo seguían y votaban. Para eso destinó un tercio de la renta petrolera. Les mejoró la vida, pero a diferencia de Perón no modificó las estructuras económicas del país.
El peronismo aprovechó los buenos tiempos de la posguerra para impulsar la industrialización que dio origen al movimiento obrero organizado más importante de latinoamérica. Chávez hizo asistencialismo y dejó a Venezuela aún más dependiente de las exportaciones de petróleo que cuando asumió. Perón sustentó su revolución en el ascenso social de los trabajadores, que lo sobrevivieron. Chávez en los pobres, que solo fueron menos pobres, pero que no perdieron su condición de tales.
Después fue reelecto dos veces más y jugó su gobierno en un plebiscito donde aplastó a la oposición; modificó la Constitución y cambió el nombre del país; hizo negocios, no siempre trasparentes, con los países aliados (desde Argentina a Irán); fue en auxilio de Cuba hasta convertirse en lo que fue la Unión Soviética durante la Guerra Fría; protegió los negocios millonarios de los amigos; financió campañas electorales y movimientos sociales de la región; convirtió a Caracas en una de las zonas más inseguras y con una de las inflaciones más altas del mundo y se declaró socialista del siglo XXI haciendo asistencialismo.
A partir de ahora, sus herederos deberán primero encarar una transición complicada y luego demostrar si el chavismo se murió con Chávez o vencerá el tiempo. También habrá una gran discusión sobre su legado. Sólo esperemos que, como escribió Borges de Juan Manuel de Rosas, “el mármol no diga lo que los hombres callan”.
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