Como todos sabemos, la teoría evolucionista asegura que las investigaciones científicas han comprobado que el hombre desciende del mono. Puede ser, pero también entonces cabe que nos preguntemos, si el mono no es el hombre evolucionado.
Datos de la realidad no faltan para creerlo. Harto frecuentemente nuestro comportamiento es simiesco y mucho más bestial que el de un mono.
Si bien existieron hombres como Gandhi, Mozart, Beethoven, Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel por nombrar solo algunos, también existen aquéllos que son capaces de quemar a otros seres humanos en los campos de concentración, o sexópatas tan aberrantes, tan monstruosos como para violar a una criatura.
Además los monos, gracias a Dios, obedecen a su naturaleza y no como nosotros que por una ideología llegamos a matar a nuestra madre.
Es que lo que llamamos alma se constituye en nuestra gloria, no nace de ninguna evolución. O está toda de una vez o seguimos a nivel de los monos. Si hay autoconciencia es el resultado de un salto cualitativo prodigioso que jamás puede ser concretado de forma gradual. De allí que si bien tenemos cierto parecido con los monos en la parte fisiológica, el alma no proviene de ella, desciende de las alturas ontológicas ¿Qué importa, entonces, si somos parecidos a monos, a perros o a gatos? Lo que verdaderamente nos identifica es esa conciencia invisible que, cuando se manifiesta en toda su plenitud, nos libera de la ley de gravedad que rige todos nuestros actos cuando no interviene el alma.
Es conmovedor comprobar cómo nos desesperamos por encontrar la explicación del tremendo misterio de la vida, reduciéndolo a un solo aspecto de ella, pero los monos siguen siendo monos mientras los humanos, cuando hacemos monadas, tenemos la acción maravillosa de cambiar con la ayuda del alma.
“La belleza salvará al mundo”, decía Dostoievski. Y así es, no se puede explicar lo sublime recurriendo a lo más bajo. La verdad surge de abrirse a lo infinito a la belleza de lo infinito- y los monos son bellos si lo consideramos como manifestaciones singulares del poder absoluto de Dios. Si no, pierden toda la gracia y se quedan sin evolución.