El Litoral Santa Fe - ellitoral.com   Imprimir esta página
Link completo de la nota: www.ellitoral.com/index.php/diarios/2012/11/06/deportes/DEPO-13.html

A 42 años de Monzón-Benvenutti

De la gran hazaña, al negocio redondo

De la gran hazaña,  al negocio redondo

Roma 1970. El histórico momento en el que Carlos Monzón se retira a una esquina neutral para observar el conteo del árbitro alemán Rudolf Druts sobre Benvenuti. Brusa esperaba espectante al borde del ring. Foto: Archivo El Litoral

 

Sergio Ferrer

En 2002, mientras era organizado el festival de reapertura del estadio Luna Park (la última vez que se había hecho boxeo allí, había sido en 1989, con el combate entre Jorge Castro y Miguel Arroyo), se analizaba la alternativa de contratar al rosarino Omar Weis para el combate estelar.

Este último hecho implicaba la posibilidad de que Amílcar Brusa regresara al afamado escenario, en calidad de rincón del citado boxeador, pupilo suyo en Estados Unidos. Tajantemente, el entrenador descartó dicho lance, diciendo: “Ni borracho subo otra vez a un ring en ese estadio; con qué cara los enfrento a mis hijos, si después de tantos años de exilio, por culpa de haberme quedado sin trabajo en Argentina, aparezco ahora dirigiendo a uno de mis boxeadores en el Luna Park y encima en un homenaje a Tito Lectoure, que fue el culpable de que ello ocurriera”.

La anécdota, no muy lejana, sintetiza en pocas palabras la pelea “a muerte” que hubo entre Brusa y Juan Carlos “Tito” Lectoure, situación que derivó en el alejamiento del último de los nombrados como representante de Carlos Monzón primero (1976) y, como contrapartida, en el exilio deportivo de don Amílcar a Venezuela después (1981).

Mañana, cuando se cumplan 42 años del nocaut de Monzón sobre Nino Benvenuti en el Palazzo dello Sport de Roma, vale la pena recordar uno de los motivos que originó aquel duro enfrentamiento entre estos dos verdaderos “pesos pesados” de la historia del boxeo de Argentina y cómo, en cuestión de horas, se pasó de la hazaña deportiva inigualable, al “negocio redondo” (tal cual definía el propio Brusa al episodio).

Mientras acá festejaban

En determinado momento del reinado de Carlos, a Brusa le envían desde Italia un sobre conteniendo una nota, hecha en una hoja con membrete de la empresa del promotor italiano Rodolfo Sabbatini.

El texto estaba escrito en la lengua del Dante y era una copia del acuerdo suscripto el 12 de noviembre de 1970 entre el propio Sabbatini, Lectoure (en representación de Monzón) y Bruno Amaduzzi (manager de Benvenuti).

Allí quedaba sellado el acuerdo pactado para dividirse “todas las rentas derivadas de la reunión pugilística” en la que Monzón daría oportunidad de desquite al ex monarca. “Escopeta” se había coronado campeón mundial apenas cinco días antes, es decir que mientras en la ciudad de Santa Fe todo era algarabía por su hazaña pugilística, en Europa ya se “cocinaba” la revancha y se cerraba el arreglo sobre su futuro.

Según la nota de referencia, las fechas tentativas para el segundo duelo eran dos, 15 de marzo y 30 de abril de 1971 (el combate terminó haciéndose en Montecarlo el 8 de mayo). La organización de la velada quedaba a cargo de Sabbatini, quien se reservaba el derecho al 40 por ciento de lo producido en concepto de ganancia, mientras que los otros dos socios tendrían acceso a un 30 por ciento cada uno. Monzón sólo recibiría una bolsa fija. Durante años, Monzón y Brusa ignoraron este reparto de dinero. De allí que para la segunda contienda con Rodrigo Valdez, la de 1977 consumada la ruptura con Lectoure-, los números del campeón los manejó otro empresario, José “Cacho” Steinberg, quien hizo que los ingresos del sanjavierino se elevaran sustancialmente.

En el escritorio del gimnasio de UPCN su último lugar de trabajo- Brusa tenía a mano varias copias de la famosa carta. Entre otras cosas, se la entregaba a todo aquel que le preguntaba por qué se había peleado con Lectoure.

Arreglo no difundido

Aquel arreglo, firmado para una segunda pelea de Monzón con Benvenuti a espaldas del púgil de Santa Fe, dio pie a Brusa para creer que Carlos jamás pudo acceder a las cifras reales de las negociaciones entabladas por Lectoure y Sabbatini para cada defensa.

El razonamiento era el siguiente: al campeón le pagaban una bolsa determinada, acordada de antemano, pero no le liquidaban otros dividendos, como por ejemplo los derechos televisivos. Esos dividendos, por el contrario, sólo eran repartidos en tres partes iguales, entre aquellos y Teddy Brenner, concertador de peleas de la firma Madison Square Garden, empresa promotora a la que pertenecía la mayoría de los rivales de Carlos (Emile Griffith, Bennie Briscoe y el propio Valdez entre otros).

Este último fue uno de los detonantes y quien lo terminó de hacer explotar fue Steinberg, al asegurar que tras el segundo match con Valdez le pudo liquidar a Carlos un millón dólares, mitad en concepto de bolsa y mitad por derechos de transmisión.

Monzón había cobrado en el primer choque sólo una cuarta parte de ese monto. Por mucho tiempo se supuso que quien había puesto al tanto de estas cosas a Brusa había sido el manager italiano Rocco Agostino, porque éste fue el empresario que recibió en Italia a Rufino Cabrera, Juan Antonio Merlo y Ceferino Morales para que pudieran pelear y hacer campaña allá (en laArgentina no podían hacerlo debido al encono entre Amílcar con “Tito”).

Otra versión sindica como gestor de la iniciativa a Umberto Branchini, otro manager italiano, en algún momento ligado a Sabbatini, pero distanciado de este a la altura de los acontecimientos que aquí se relatan. Viniera de un lado o del otro, esa infidencia es la que sirvió a don Amílcar y a Monzón para suponer que no les estaban diciendo toda la verdad.

A la memoria de Don Amílcar

Hace unos días se cumplió el primer aniversario de la desaparición física del más importante de los entrenadores argentinos de boxeo de todos los tiempos y uno de los máximos referentes de dicho oficio a nivel mundial: Amílcar Oreste Brusa. El 28 de octubre pasado hubiera cumplido 90 años. Había nacido el 23 de octubre de 1922 en Colonia Silva y fue anotado en la ciudad de Santa Fe, el 28 del mismo mes.

Un luchador incansable y un inconformista, que se llevó consigo muchas de sus broncas y rencores, tal vez porque le costaba olvidar y perdonar, pero también porque jamás quiso claudicar o renegar de sus principios. Siempre dijo lo mismo y lo repitió hasta el hartazgo: “Antes de claudicar prefiero irme”.

Esa frase calibra el alcance de sus convicciones y demuestra que el hombre jamás debe abandonar la lucha por sus ideales. Brusa fue un ser humano fuera de lo común, un verdadero perfeccionista. Un cascarrabias incurable y gruñón, tan testarudo como querible y digno de ser respetado. Excepcionalmente franco y leal, demostró sobradas veces ser dueño de una fortaleza anímica inquebrantable. Por eso mismo, no está mal recordarlo como aquel batallador incansable e incorruptible que murió en su ley, trabajando, discutiendo cosas, enojándose porque no le hacían caso, machacando y repitiendo conceptos, hasta el cansancio. Poniendo el ojo y el reto -en alguno de sus pupilos o de sus colaboradores- ...; buscando en el horizonte a un próximo campeón del mundo, el decimosexto de su fructífera y prolongadísima carrera. Carlos Monzón fue el primero en aquella hazañosa jornada de 1970; Alejandra “Locomotora” Oliveras la última, el año pasado.

A un año de su ausencia física: ¡Descansa en paz, viejo y querido maestro!



Diario El Litoral - Copyright 2025