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EDITORIAL

Contra la droga con topadoras

La irrupción de topadoras en barrios rosarinos, para arrasar literalmente con locales de distribución de drogas, es un recurso que aporta un poderoso simbolismo al combate contra el narcotráfico y rehabilita la confianza de los vecinos que lo padecen.

 

La instalación de verdaderos bunkers de distribución de estupefacientes ilegales en enclaves urbanos, y de bandas armadas que no sólo custodian la actividad, sino que convierten a la zona en sus dominios y los defienden a través de enfrentamientos con grupos rivales o con la policía, constituyen un agravio y una fuente de justificado temor para los pobladores, tan conscientes de lo que ocurre como impotentes ante esa realidad.

El crecimiento exponencial del narcotráfico en el país hace que no sólo existan rutas que atraviesen el territorio nacional y traspasen las fronteras -dimensión que necesariamente requiere el firme compromiso del gobierno central y la eficaz coordinación de esfuerzos y recursos con los distritos del interior-, sino que impacta de manera decisiva en la calidad de vida de los ciudadanos, obligados a convivir con el delito e inmersos en una sensación de desamparo y futilidad, que los inhibe de asumir el rol activo que se les suele reclamar.

El hecho de observar cómo, más allá del relato oficial o periodístico del hallazgo de “cocinas” o de operativos que permiten el decomiso de mercadería, las instalaciones donde cada uno de ellos sabe que se comercializan sustancias prohibidas son demolidas y eliminadas del barrio, produce un innegable impacto anímico -tanto en inocentes como en culpables- que necesariamente debería redundar en una actitud diferente. Los aplausos vecinales con que fue recibida cada una de las intervenciones de los vehículos indican que la iniciativa avanza en la dirección correcta.

Es cierto que la penetración y gravedad del problema reclaman medidas de mayor alcance. Pero debe reconocerse que éstas no han sido dejadas de lado. Como continuidad y profundización de la política seguida en los últimos años por la división policial encargada de la persecusión del narcotráfico, ahora dependiente en forma directa del Ministerio de Seguridad, se ha tomado ahora la decisión de producir una renovación en el personal y aumentar el presupuesto en diversas áreas, entre ellas la de inteligencia.

Esto resulta fundamental, por cuanto las tareas de este tipo, consistentes en el cruzamiento de datos, el seguimiento de la ruta de las sustancias, la infiltración, la producción de filmaciones y registros de distinto tipo, no sólo permiten obtener datos y pruebas para obtener la autorización judicial y avanzar sobre cocinas y locales de venta, sino también tratar de llegar a los grandes proveedores y operadores del sistema.

Las cifras de operativos y decomisos producidos en los primeros meses del año son un claro indicio de la manera en que se está trabajando en ese sentido. En este cuadro, la acción de las topadoras es un golpe de efecto convincente e indudablemente funcional a esta estrategia.



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