Entre lo legal y lo macabro
Esta semana, la atención pública estuvo puesta en China, con la historia de una joven llamada Feng Jianmei, que en pocos días puso en tela de juicio el sistema legal y la base moral de todo un país.
Feng fue una de las tantas que, por voluntad propia o por simple fatalidad, osaron violar la tan cuestionada política del “hijo único”.
La joven se encontraba en la casa de un pariente, cuando un grupo de oficiales de planificación familiar golpeó a su puerta y la cargó en una camioneta que la llevó al hospital de la zona, en donde la habrían instigado a firmar una autorización para realizar un aborto.
En la mañana del 4 de Junio, dos inyecciones bastaron para provocar el nacimiento de una pequeña sietemesina. La beba moría porque su madre no había podido pagar la multa de 40.000 yuanes exigida por tener más de un hijo.
El caso de esta joven, de tan sólo veintitrés años, se hubiese diluido entre otros miles, si no fuera por que su hermana decidió tomarle una foto tumbada en la cama del hospital junto al cuerpito de su hija fallecida. La devastadora imagen llegó a las redes sociales, y a partir de allí el escándalo traspasó los límites de China y se instaló en todo el mundo.
Una vez más, esta macabra política era objeto de debate. El gobierno chino mataba niños abiertamente, en nombre del bienestar nacional.
Las versiones son contradictorias en cuanto a si Feng fue obligada a abortar, o no. Pero en cualquier caso, todas coinciden en que el procedimiento fue practicado en observancia de la política del único hijo.
Dicha norma fue introducida en 1979 para reducir los efectos negativos del crecimiento demográfico en la economía, la sociedad, el medio ambiente y los recursos chinos.
Sin embargo, el sistema ha sido cuestionado durante años no sólo por razones morales, sino porque algunas autoridades locales intentan reducir el número de nacimientos practicando abortos forzados, e imponiendo elevadas multas a las parejas que incumplen la ley.
De hecho, el demógrafo He Yafu señala que “las multas para las parejas que tienen hijos de más, se han convertido en una importante fuente de ingresos para el gobierno”, que según los medios de comunicación, alcanzan unos 20.000 millones de yuanes al año.
Por otro lado, plantea una realidad en la cual las familias ricas que pueden pagarlas tienen muchos hijos, a costa de las más pobres a las que no les queda más remedio que aceptar los abortos.
Si bien es cierto que China enfrenta serios problemas demográficos, como seres humanos no podemos dejar de analizar algunos fenómenos que nos plantea la idiosincrasia de otros países.
¿Cuales son los límites de las políticas públicas? ¿Hasta dónde pueden llegar sin violentar la libertad personal y el propio esquema moral? ¿Puede la planificación familiar del Estado prevalecer por encima de la de los ciudadanos?
Son cuestiones difusas y objetos de debate que, al menos por ahora, no encuentran respuestas satisfactorias desde el lejano país asiático.