editorial
Año electoral en los EE.UU.
En los EE.UU. acaba de iniciarse el largo y complicado proceso electoral que concluirá con la elección de los candidatos a presidente de los dos grandes partidos históricos. En el caso que nos ocupa, la primera “movida” se dio en Iowa donde los candidatos participaron en programas televisivos, reuniones con afiliados y debates.
A diferencia de lo que ocurre en la Argentina, en Estados Unidos los procesos de preselección de candidaturas son muy abiertos y exigentes. Allí a nadie se le ocurriría que los principales dirigentes de los partidos puedan reunirse para acordar candidaturas al margen del debate y la votación. En ese remoto supuesto, el castigo de la opinión pública sería tremendo.
Es así como numerosos dirigentes republicanos ya se han anotado en las primarias. Saben que deberán discutir, responder preguntas, aceptar objeciones, recibir críticas y competir con otros precandidatos para ganarse el apoyo partidario.
En el caso del Partido Demócrata, el proceso se simplifica relativamente porque se trata del partido oficialista. No obstante, si Obama concreta su candidatura deberá debatir con sus competidores internos y participar en foros y asambleas públicas.
El sistema no es perfecto -en ninguna parte lo es-, existen los lobbys, grupos de poder, empresarios que financian fórmulas, aparatos publicitarios y maniobras sucias. Sin embargo, con sus defectos y límites, es uno de los sistemas más participativos, y está lejos de los “dedos” que en Latinoamérica suelen reemplazar el debate e imponer candidatos.
En el caso de Iowa, las elecciones dieron como ganador a Mitt Romney, ex gobernador del estado de Massachusetts, un candidato considerado centrista. Sus principales opositores han sido el dirigente evangélico Rick Santorum y el ultra conservador Ron Paul, veterano político republicano que adhiere sin reparos al credo liberal y ha llegado a plantear propuestas antiestatistas tan radicales, que algunos de sus críticos no han vacilado en acusarlo de anarquista.
La compulsa de Iowa es importante porque da inicio a la etapa de selección de candidatos, aunque los observadores estiman que no hay motivos para considerarla un termómetro de las tendencias dominantes en el orden nacional. Al respecto, se estima que el candidato fuerte de los republicanos es Newt Gingrich, un político, experimentado en las lides parlamentarias y con reconocidas posiciones centristas, posiciones que han despertado recelos entre influyentes electores evangélicos que convocan a sus bases a no votar por precandidatos que no hayan asumido compromisos explícitos en temas tales como el aborto y los impuestos.
En el caso de los demócratas, Obama dispone de un nivel de aceptación que orilla el 50 por ciento de la opinión pública. Es muy probable que vuelva a ser el candidato de ese partido. Es que a nadie escapa que en un escenario mundial tan crítico como el que afronta EE.UU., los votantes de esa nación tienden a respaldar a su presidente, máxime cuando aparece como uno de los aspirantes más moderados.