Las obligaciones a petroleras y mineras para liquidar dólares en el país aportan poco frente al volumen de divisas que se van al “colchón”. El mercado, menos susceptible a las urnas que a los números internos y la crisis internacional, espera nombre y perfil del futuro ministro de Economía.
De la redacción de El Litoral
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DyN/Télam
Petroleras y mineras liquidarían U$S 300 millones más al mes, y las aseguradoras tendrían que repatriar U$S 1.600 de inversiones que tienen afuera. Las medidas heterodoxas que el gobierno nacional adoptó en las últimas horas buscan realimentar la oferta de billetes norteamericanos, pero ponen sobre la mesa cifras inferiores a la fuga y que no resuelven las causas del fenómeno.
Hernán Lacunza, un ex gerente del BCRA, estimó a través de su consultora que el presente mes terminará con una salida de U$S 3.600 millones, en tanto que el año cerraría con una fuga de U$S 21.850 millones, el doble de lo que “se fue” en 2010.
La dinámica de las urnas no parece funcionar hasta aquí en el mercado de divisas, según se verifica en el comportamiento de pequeños ahorristas como de grandes inversores. No le alcanzará al gobierno con los controles a compradores “coleros” de la city porteña o la clausura de casas de cambio, frente a los efectos de la crisis internacional que achican el saldo de la balanza comercial, ni los problemas internos de inflación y gasto creciente que ahogan el superavit fiscal.
Los “superavit gemelos” muestran tendencias negativas y la otra virtud del modelo -el tipo de cambio competitivo- se diluye porque los costos internos evolucionan en pesos mientras la cotización del dólar permanece “planchada”, con el costo de la pérdida de reservas, que según el último dato oficial provisorio cayeron a U$S 47.692 millones de dólares (-69 millones), lo que supone una baja U$S 899 millones desde el 30 de setiembre.
A la espera
El nivel de reservas no es lo que más preocupa a los actores económicos. Pero el desafío del gobierno es encontrar un puto de rebote para la tendencia que muestra la pérdida de reservas, y eso dependerá de las señales que ofrezca la Casa Rosada.
Guitarra en mano, Amado Boudou se entregó a la campaña y abandonará Hacienda; Cristina guarda “in pectore” el nombre de su futuro ministro de Economía y, con él, el perfil de lo que significará en los hechos concretos la decisión de “profundizar el modelo”.
Nadie cree (quiere) una devaluación abrupta; todo apunta a una regulación moderada de la evolución de precios con una negociación más contenida de la actualización de salarios, sumado a una apreciación gradual del tipo de cambio en las pautas contenidas dentro del presupuesto ($ 4,60 por dólar para fin de 2012).
Pero para que el gradualismo se imponga por sobre alternativas más traumáticas, deberán esperarse políticas más claras sobre las cuentas fiscales. Más impuestos sobre sectores no gravados (el financiero por ejemplo) o menos subsidios son las salidas ortodoxas, no exentas de tasas más altas o de encarecimientos de tarifas, lo que reedita el desafío frente a la inflación.