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Sombras y luces

Sombras y luces

“Ilustración de Giovanni di Paolo” (1403, circa- 1493) para la “Divina Comedia”.

Nidya Mondino de Forni

Es en una de las obras menores de Dante, escrita en vulgar y titulada Convivio, donde el poeta estableció las bases de lo que sería su literatura alegórica y moral, enfrentando así de forma orgánica a lo que él mismo llamó cuatro sentidos. Esto es: el literal, que no va más allá del argumento inventado; el alegórico, que es la manifestación de una verdad oculta en el argumento inventado; el moral, como ejemplo de conducta, y el anagógico, que constituye un reflejo de las verdades superiores, como la divinidad y el mundo espiritual. A partir de estos niveles de lectura Dante fijó un modo de proceder literario que tendría su máxima expresión en La Divina Comedia, obra que durante siglos ha sido objeto de todo tipo de registros interpretativos, lógicos por cierto en una obra plagada de metáforas. Tomemos como ejemplo un pasaje del comienzo de La Divina Comedia o sea el “Infierno”.

Dice Dante que en la mitad del camino de la vida, o sea a los 35 años, que para él era el término medio de la existencia humana, y durante la noche, se extravió en una selva oscura, que simboliza —según una de las interpretaciones— el bosque de los pecados y los vicios, “selva de errores de esta vida”, lugar fácil para el extravío y en el que acechan numerosos peligros al cuerpo y al alma del hombre desorientado.

Luego de ímprobos esfuerzos para salir de allí divisa un laberinto de cumbres iluminadas por los primeros rayos del sol. El bosque y la cima parecen próximos y contiguos, basta sólo un paso para pasar de la sombra a la luz, del vicio a la virtud, de la perdición a la redención, de la culpa a la Gracia. Mas cuando ya se cree a salvo, libre de la oscuridad de la noche, tres fieras que han abandonado sus guaridas le interceptan el camino. Son ellas una pantera, un león y una loba que representan los pecados de los que no estaba exento el mismo Dante.

La pantera de piel moteada simboliza la lujuria:

“Ed ecco, quasi al cominciar de l‘erta,/ una lonza leggiera e presta molto,/ che di pel macolato era coverta;/ e non mi si partia dinanzi al volto,/ anzi ‘mpediva tanto il mio cammino,/ ch‘i‘ fui per ritornar piú volte vólto”. (“Infierno” I, 31-36)

(“Al principio de la cuesta aparecióseme una pantera ágil, de rápidos movimientos y cubierta de manchada piel. No se separaba de mi vista, sino que interceptaba de tal modo mi camino que me volví muchas veces para retroceder”).

En el león iracundo y furioso se encarna la soberbia:

“ma non sí che paura non ni desse/ la vista che m‘apparve d‘un leone./ Questi parea che contra me venisse/ con la test‘alta e con rabbiosa fame,/ sí che parea che l‘aere ne tremesse. (“Infierno” I, 44-48)

(“Pero no tanto que no me infundiera terror el aspecto de un león que a su vez se me apareció, figuróseme que venía contra mí, con la cabeza alta, y con un hambre tan rabiosa, que hasta el aire parecía temerlo”).

La loba representa el orgullo, la codicia, la ambición de poder, el apetito desmedido que todo lo destruye. Para Dante el más grande obstáculo para la justicia:

“Ed una lupa, che di tutte brame/ sembiava carca ne la sua magrezza,/ e molte genti fé giá viver grame,/ questa mi porse, tanto di gravezza/ con la paura ch‘uscia di sua vista,/ ch‘io perdei la speranza de l‘altezza”. (“Infierno” I, 49-54)

(“Siguió a éste una loba que, en medio de su demacración, parecía cargada de deseos; loba que ha obligado a vivir miserablemente a mucha gente. El fuego que despedían sus ojos me causó tal turbación, que perdía la esperanza de llegar a la cima”).

En ese momento se le apareció la sombra de Virgilio, que lo reanimó y se ofreció para llevarlo, a través del Infierno y el Purgatorio, hasta las puertas del Paraíso terrestre.

“Yo aconsejo al lector que se deje llevar por lo que nos cuenta Dante, que se deje llevar por el relato, y vaya descubriendo estas bellezas estéticas que nos depara la obra, yo diría a la vuelta de cada página. Yo sugiero que olvide ese terrible enfrentamiento entre guelfos y gibelinos, que olvide esa concatenación de alegorías mitológicas (...) y se deje llevar por el relato, por lo que el poeta nos revela espléndidamente, mágicamente” (Jorge L. Borges).




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