A partir del disparador: “los castillos en los cuentos de hadas ¿refugio o prisión?”, la profesora hace un recorrido por los clásicos que contaron con esa construcción hermética, donde circularon terrores y bellezas. Son el escenario para desarrollar las acciones del mundo fantástico elaborado y recreado en los clásicos infantiles.

Vampiro con look siglo XVIII con su esclava. Foto: Archivo El Litoral
Ana Laura Fertonani
María Luisa Miretti ama los cuentos, ama la literatura, es una apasionada de esos autores que aún hoy, con alguna historia escrita en otro siglo, atraviesan cuerpos; y en su mundo de literatura para niños propuso un espacio para pensar alguna respuesta a su interrogante: “Los castillos en los cuentos de hadas:¿refugio o prisión?”.
Varios se prendieron -en el Instituto Argentino Germano- a pensar esos mundos de ficción, que según Miretti “son el relato, la explicación del mundo”.
Señala que los cuentos maravillosos son ancestrales y están relacionados con los orígenes del hombre: “hay un protagonista que tiene un conflicto y sale a resolverlo, se encuentra con ayudantes y oponentes, y en el camino se va encontrando con distintos problemas, y aparece un elemento externo sobrenatural que lo ayuda: las hadas, los duendes, o con interferencias como cuando aparece una bruja”.
A la hora de los cuentos fantásticos menciona a ETA Hoffmann (Ernest Theodor Amadeus, Alemania 1776/1822) el creador de lo sobrenatural, el fantasma, el autómata, el doble... Y también tuvo su tiempo y desarrollo Barba Azul (cuento de hadas de Charles Perrault publicado en 1697). “... Y por eso insisto que los cuentos relatan el mundo, porque Barba Azul tenía que ver con alguien de la vida real: Gilles de Rais, dicen que era el amante de Juana de Arco y que cuando la quemaron se transformó en un asesino en serie”, menciona Miretti.
En este cuento una mujer descubre que su marido oculta en una habitación prohibida los cadáveres de sus esposas anteriores. Y también está el castillo de la condesa sangrienta, Isabel (Erzsébet) Báthory, que reclutaba doncellas vírgenes para beber su sangre y así mantener su juventud.
Y otra vez el foco puesto en los castillos, “espacios cerrados, herméticos en los que circula el miedo, acecha el peligro y la belleza o la felicidad se recluyen o desaparece”.

Rapunzel en la última versión cinematográfica, “Enredados”. Foto: Archivo El Litoral
LA TRADICIÓN ESCRITA
“Los Grimm eran filólogos, estudiosos y salieron a recorrer el país que estaba destruido por las fuerzas napoleónicas, lo que intentaban era recuperar el espíritu alicaído del pueblo y creyeron que lo podían hacer recuperando la tradición”, menciona la también coordinadora de la Maestría en Literatura para niños en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario.
Dice que distintos autores de países europeos intentaron lo mismo que los Grimm: recuperar el folclore, la tradición, esas historias que, con distintas adaptaciones, habitan la actualidad.
Como contraparte señala la tradición de los pueblos aborígenes: “cuando los conquistadores llegaron se encontraron con un pueblo ágrafo, nuestros pueblos aborígenes no escribían, y lo poco que hay son leyendas orales, que se fueron adaptando con el tiempo”.
En la charla estuvo presente la lectura de Rapunzel, un cuento de hadas de la colección de los Hermanos Grimm. La historia que habla de un rey que sale a cortar nabos, para satisfacer a su mujer que estaba embarazada, en el campo de al lado que pertenece a una bruja y ésta lo conmina a que le dé el hijo por nacer. A la niña le podrá el nombre de la planta que le estaban robando. Cuando pasan los años la bruja encierra a Rapunzel en una torre y pasa un príncipe que se enamora de su voz, y éste logra llegar hasta donde la joven está privada de libertad, imitando a la bruja: “Rapunzel deja tu melena caer”. “Lo que no se cuenta -agrega Miretti-es que a los 9 meses de ese encuentro entre el príncipe y Rapunzel tienen gemelos”.

Los personajes Flynn Ryder, Rapunzel, la rana Pascal y el caballo Maximus, de la película “Enredados”. Foto: EFE
LOS MONASTERIOS
Miretti también menciona como escenario de cuentos a los monasterios y al fantástico ETA Hoffmann y su texto “Los elixires del diablo”: que habla del monje Medardo que, modelo de virtud, crece en un monasterio y luego accede a una copa prohibida (los elixires) que lo transforma en un asesino. La vanidad y la lujuria corrompen su alma, abandona el convento y al borde de un precipicio se topa con un personaje sorprendentemente parecido a él: es el conde Victorino, a quien arroja al vacío y adopta su identidad.
Y en el transcurso de los cuentos fantásticos apareció John William Polidori y su vampiro inspirado en el personaje de Byron.
“Lo que ya conocemos dentro de la literatura gótica, en el sentido de la elaborada y desarrollada en los monasterios y castillos medievales sin confundirla con terror. La primera novela que es inglesa y refiere al castillo de Otranto de Walpole, es una historia hasta inverosímil”.
También anduvieron por ahí “Historia de fantasmas”, también del alemán Hoffmann.