Alejandro Galetto
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La creatividad al servicio de un sueño. Eso es lo que implementó Enrique Muro, un técnico electromecánico santafesino que además “se da maña” con las manualidades, para concretar un anhelo que bocetado parece casi imposible de concretar. Sin embargo, ocurrió.
Casi dos años atrás, Enrique (que es dueño de una lancha común) pensó que quería tener un bote a motor que alcanzara mayores velocidades, pero al analizar la situación, rápidamente entendió que para conseguirlo debería adquirir un vehículo acuático muy costoso. Por eso, apuntó para otro lado.
Con mucho criterio, concluyó en que lo más accesible era lograr la sensación de velocidad, y tomando como parámetro el catamarán de Armando Perales (con el que compite junto a su tío, Norberto Muro), que fue construido sencillamente con madera, pensó que su deseo podía concretarse sin demasiados inconvenientes. Allí empezó una historia que tuvo su final feliz los últimos días del año pasado.
El relato
“A mí me gusta la velocidad y yo quería una lancha veloz, pero una con esas características es muy cara. Entonces, lo que busqué fue confeccionar un vehículo que me dé sensación de velocidad. Yo la defino como un karting del agua”, comenzó Muro.
—¿Cómo fuiste pergeñando el proyecto?
—La primera idea era hacer un catamarán, basándome en el que corre Armando Perales, a quien acompaña mi tío Norberto Muro. Perales tiene el catamarán donde yo guardo mi lancha, en el club de Caza y Pesca, y mirándolo me di cuenta de que la fabricación que tiene no es nada del otro mundo. Por eso, se me ocurrió fabricar un catamarán chico, pero después se me complicaba por el espacio para hacerlo. Por otra parte, no me terminaba de convencer que en un catamarán uno va muy alto y me parecía que estéticamente no iba a quedar lindo.
Entonces, me puse a buscar en Internet y llegué a encontrar fotos de una embarcación muy similar a la que terminé fabricando.
—¿Con quién te asesoraste?
—Básicamente, por un foro que hay en Internet, y después preguntándole a algunos amigos que conocían de maderas y qué tipo podía utilizar para este proyecto. No mucho más que eso.
El comienzo
Muro decidió hacer la lancha totalmente en madera, con pegamento y tornillos y protección con pintura poliuretánica de dos componentes. Cuando definió el proyecto inicial (tuvo varias modificaciones durante la fabricación) arrancó haciendo una maqueta en madera balsa y cartón de la estructura y el fondo, que era lo más difícil para darle la forma.
—¿Cómo empezó todo el proyecto?
—Comencé a dibujar y a pensar qué iba a hacer, aunque lo fui cambiando en el transcurso del proyecto. Por ejemplo, le agregué un montón de cosas que al principio no pensaba hacer. De hecho yo había calculado que la iba a terminar en ocho meses pero al final demoré mucho más: un año y ocho meses.
—¿Cómo fue el apoyo de tu familia?
—Al principio fue difícil de creer que se podía hacer, pero después se entusiasmaron todos. Es más, llegaba al trabajo y todos me preguntaban cómo iba el proyecto, si había hecho algo el fin de semana. Fue muy lindo.
—¿Cuál fue la parte más complicada?
—Lijar. Es insoportable. Por más que muchas partes las hice con máquina, el polvo es horrible. Además, hay muchas cosas que hay que hacerlas a mano, como los bordes y las terminaciones, y eso me mató los brazos. Terminé con tendinitis en los dos codos. Yo lijaba con el brazo derecho y cuando me empezó a doler, cambié al izquierdo. Al final, me compliqué los dos brazos y tuve que hacer un montón de tiempo de kinesiología. Lijar me llevó mucho tiempo.
—¿Qué motor le pusiste?
—Compré un motor de 15 hp que lo adquirí por Internet en Buenos Aires, así que estuve sufriendo mucho hasta que llegó, ya que tuve que depositar toda la plata y esperar que llegue, y de paso, ver cómo estaba. Pero por suerte estaba enterito y en perfectas condiciones.
Llegó el momento
Tras meses y meses de trabajo, se acercó el momento final. ¿Cómo llevar el bote desde su casa hasta el club de Caza y Pesca? Era el próximo desafío. Nada lo conformó hasta que decidió fabricar también el trailer.
Con tubos estructurales, amortiguadores de un ciclomotor y ruedas de cuatriciclo, construyó en un mes una estructura desarmable que funcionó a la perfección. Terminó el estanco en el centro de la embarcación y pegó placas de telgopor debajo de la cubierta, para mejorar la flotación. Y llegó el gran instante.
—¿Cómo fueron las emociones aquel día que la botaste?
—Es indescriptible. La felicidad que tenía no te la puedo narrar. Primero, porque no sabía cómo iban a resultar las cosas. Si iba a flotar, cómo iba a andar, si no iba a planear, aunque todo mi proyecto y mis trabajos se basaron en cuestiones empíricas. Pero anduvo todo perfecto, con una y con dos personas, e incluso con el río un poco picado. Por eso, la gran alegría que me embargaba. Además, ni siquiera hubo ruidos estructurales, nada. Creo que estuve como tres horas arriba de la lancha.
—¿Estás tramitando los papeles para poder circular en regla?
—Sí. Un técnico naval ya me hizo una serie de planillas con toda la información de la lancha, para presentarlo en prefectura. Después, hay otro papel que viene del Colegio de Arquitectos Navales de Buenos Aires y con ello me abrieron el expediente y recibí los formularios que tengo que llenar. Ahora, con ese formulario, la lancha y los elementos de seguridad, voy a terminar el trámite.
Detalles íntimos
Enrique relató algunos detalles acerca de la proyección y puesta en marcha del proyecto.
“Desde esa idea del catamarán hasta que arranqué, pasaron 2 meses. No sólo para hacer el proyecto sino también porque hice ensayos con el pegamento, la pintura, la resistencia de las maderas al agua y varias cosas más”, comentó. “Después compré los fenólicos, los tirantes y a trabajar en serio”.
Durante el año y 8 meses que duro la fabricación, trabajó algunos días de la semana cuando salía del trabajo (un par de horas), pero fundamentalmente le dedicaba los sábados, desde que se levantaba hasta la hora de dormir. Algunos domingos fueron sacrificados en pos de su sueño.
Por supuesto que contó que la parte más complicada fue la de lijar, ya que el armado de la estructura no llevó demasiado trabajo, más allá de nivelar y encuadrar bien todo antes de pegar y atornillar. El armado final con todos los accesorios llevó un mes y medio.
El comando para el acelerador también fue fabricado por Muro. “Está hecho de aluminio y lleva dos cables (de bicicleta) que trabajan en conjunto: uno para acelerar y el otro para desacelerar”, relató. Asimismo, comentó que le puso “corte de corriente para apagar el motor por si el que maneja se cae al agua, y hasta tiene cáncamos para botarla con grúa como hacen con las de carrera”.
El momento de la botadura fue un sufrimiento, primero por llegar confiando en el carrito que llevaba la embarcación, y por último porque en el club de Caza y Pesca se había cortado la luz. “Sin energía eléctrica no funcionaba el malacate, así que tuvimos que tirar la lancha por la rampa con una soga a mano. De ahí en más fue una felicidad increíble porque funcionó todo a la perfección”.
Por último, recordó que durante la fabricación tuvo ayuda de mucha gente, como su padre, su mujer y sus hijas, más varios amigos que tiraban ideas. “Algunos me hicieron piezas metálicas y hasta me regalaron algunos materiales. En agradecimiento a todos ellos, la lancha tiene una leyenda en la proa que dice ‘Gracias a todos los que colaboraron con este sueño’”, concluyó.