Animales y humanos, II
Mario Esteban Giuffrida (Pequeño Mario).
DNI. 32.434.332. Ciudad.
Señores directores: El motivo de esta carta es que el jueves 3 de marzo ppdo. dos lectoras han contestado en forma bastante agresiva un mensaje que yo envié días atrás referente al auge del mascotismo y la proliferación de perros callejeros. No está en mi ánimo polemizar, no me interesa, y de interesarme, lógicamente lo haría por temas más urgentes. Pero vale esta respuesta dado que se ha invocado mi nombre como ejemplo casi de “barbarie” por una pléyade de civilizadas señoras que tienen a bien defender la vida silvestre urbana de nuestra ciudad.
En primer lugar, una señora llamada Alicia me dice: “Pequeño Mario —y es cierto... ¡mido 1,64!— “(...)... eso somos... humanos, por eso hay asesinato a diario, mujeres quemadas por sus parejas, restos enterrados en patios, misoginia y machismo”, frase que, debo confesar, me costó procesar dado el contexto, pero veo que la señorita Alicia lee con avidez las páginas policiales de los diarios. Luego prosigue: “¿Qué perro, Pequeño Mario, hace estas cosas humanas y razonadas? ¿Cuántos perros atacan? (...) Pero siempre nos darán su amor desinteresadamente...”.
Luego otra señora de nombre Paula me contesta a través de una carta, muy bien escrita por cierto, ya que, además, se tomó el trabajo de citar correctamente las fuentes, o sea... yo. “Jamás los podremos igualar en cuanto a sentimientos —dice, en obvia referencia a los perros— ninguno de los que pertenecemos a la miserable especie humana estamos a la altura de su nobleza”, concluye. Luego hace mención al espacio público y las “molestias” que en él existen, y dice: “A mí tampoco me gustan los pobres pidiendo por la calle y me molestan quienes por limpiarme el vidrio de mi auto hasta han llegado a faltarme el respeto...” y demás.
Veo que las señoras Paula y Alicia, además de gustar de las agresiones gratuitas hacia una persona que no conocen, lamentan su condición humana, o al menos, ésta las sume en una profunda desazón. Sólo diré una cosa: señoras, no las conozco, ni las calificaré de pequeñas ni de nada... toda opinión me es respetable y la considero... Ojalá la vida les brinde la oportunidad de encontrar todo aquello que buscan en un animal. Se sabe que los animales son inocentes de toda culpa, que no tienen maldad... desde San Francisco de Asís que se sabe eso, y ya Rubén Darío lo plasmó en uno de sus poemas: “El hombre tiene mala levadura... pero el alma simple y buena de la bestia es pura”.
Entonces, dejen de compararse con ellas: dénles su lugar, y ocupen ustedes el que les corresponde como seres humanos que son. Y acepten el gran desafio: querer, y ser queridos por sus iguales... a quienes alguien, hace ya un par de milenios, llamó “hermanos”, sean éstos pobres, limpiadores de autos, ricos con auto, empleados públicos, chicos que piden por la calle, empresarios preocupados por su dinero, señoras preocupadas por sus perritos, empleados preocupados por su trabajo y por sus hijos, gente que, con un caballo, recoge basura por las noche... ¡un enorme universo de “miserables humanos” que esperan su mirada fraternal, la mirada de un par, de un semejante! Las abrazo a las dos y espero que la vida les brinde mucha paz, de todo corazón.