Hugo E. Grimaldi
(DyN)
Las batallas electorales en Catamarca y Chubut dejaron al conjunto de la oposición tirando al aire palos de ciego, ya que todos ellos se anoticiaron que no sólo el oficialismo a nivel nacional los está primereando con el discurso, con la instalación de la agenda y con la apelación al protagonismo de la juventud, sino también con los votos.
Sin poder estructurar un relato ni siquiera organizado y con reflejos casi primitivos, el espanto opositor hizo más por la potenciación del vendaval kirchnerista que la real significación de ambas elecciones provinciales, ya que desde su propio balbuceo casi todos se sumaron al latiguillo que las usinas oficiales vienen amasando desde hace muchos meses para metérselo en la cabeza a los votantes: ‘no hay oposición’.
Y lo peor para ellos es que ante la opinión pública actuaron como si no la hubiera. La extraordinaria dinámica que tomaron los hechos puso de inmediato a casi todos los sectores no kirchneristas a pensar cómo hacer para encauzar el problema en el interior de cada uno de los espacios y así se vivieron tironeos por las estrategias para recomponer el tablero y para llegar a las elecciones con alguna chance.
¿Cómo será el escenario en octubre?
Por suerte para ellos, el Gobierno les dio de comer con los vergonzantes acercamientos a Ramón Saadi y Carlos Menem, que metieron una cuña además, dentro de la propia interna K.
Más allá de los personalismos que aún traban muchas decisiones, el primer gran escollo que tienen que sortear los partidos opositores para intentar recomponer posiciones es tener en claro cómo puede ser el gran escenario de octubre.
No es lo mismo si se considera que el oficialismo va a ganar en primera vuelta debido a la dispersión que no le permitiría llegar a ningún contrincante a menos de diez puntos de diferencia, que si se especula en que habrá polarización sólo entre dos fuerzas, tal como ocurrió en Catamarca (FPV-UCR) y en Chubut (FPV-PF) o si se cree que finalmente serán tres los espacios que van a disputar un lugar en el balotaje: el Acuerdo Cívico y Social (ACS), el Frente para la Victoria y el Peronismo Federal más el PRO. Por el lado del hasta ahora socio mayor del ACS, el radicalismo, la situación está en sostener o no la interna del 30 de abril, ya que hay quienes apuntan a conseguir un consenso que las elimine y genere un candidato, después del casi seguro apartamiento de Julio Cobos y pese a los flechazos que se cruzan Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz.
Sin embargo, otras voces disidentes dentro del Acuerdo han comenzado a cuestionar que sea la UCR la que tenga el derecho a nominar al candidato a presidente y piensan que el socialista Hermes Binner sería un mejor postulante.
De modo subterráneo, hay quienes están trabajando desde el costado de los valores comunes para que la Coalición Cívica de Elisa Carrió se reintegre al Acuerdo y para que Ricardo López Murphy se sume a la movida.
En esa sintonía, hay quienes buscan incorporar también a Pino Solanas (Proyecto Sur), con el argumento que, bajado de la presidencial que dispersaría votos, sería un gran candidato para ganar la Ciudad de Buenos Aires y sumar para la nacional.
Otro tanto se piensa en el GEN de Margarita Stolbizer, con la diputada como candidata a la gobernación de Buenos Aires. La idea de casi todos es presentar al ACS como la versión más ajustada del progresismo, lejos según ellos del clientelismo conservador del Gobierno y del tufillo neoliberal de la entente Peronismo Federal-Unión PRO.
Buscando reflotar a Carlos Reutemann
Justamente, la vertiente de los federales no las tiene todas consigo, ya que ha perdido en el camino a dos postulantes, Felipe Solá y Mario Das Neves y ahora están en ver si les conviene hacer o no las internas por región, método que Eduardo Duhalde defiende a rajatabla. La novedad de último momento es que están tratando de reflotar a Carlos Reutemann como candidato de unidad.
Las disidencias no sólo están puestas en el modo de elegir a los postulantes, sino en si van a acordar o no con Mauricio Macri, algo que Francisco de Narváez empuja, Duhalde recela y Felipe Solá rechaza. El actual jefe de Gobierno porteño deshoja la margarita y pese a que ha jurado que se presentará como candidato a presidente y señala que por eso desde el gobierno nacional se lo ataca a diario (tomas de predios, Teatro Colón, residuos, etc.), resiste como puede la presión para que se defina.
Tampoco Macri resolvió aún qué hacer con las elecciones locales, ya que él cree que si las junta con la nacional, la jugada le podría birlar la Ciudad al PRO si el efecto Cristina arrastra votos a través de las cuatro colectoras (Daniel Filmus, Carlos Tomada, Amado Boudou y Carlos Heller) que irían con ella como cabeza de lista.
Todo un incordio para el porteño que deberá resolver quizás esta misma semana. La oferta que esboza buena parte de los federales más el PRO sería avanzar mirando el espejo de Brasil, Uruguay y Chile hacia una movida más social-cristiana, al tono del primer peronismo y con apoyo de la Iglesia y de muchos intendentes del Conurbano que piensan igual, en una línea bien diferenciada de la social-democracia que encarnará el ACS o la continuidad del peronismo de izquierda ‘nacional y popular‘ que representará una importante porción del FPV.
Creando problemas aquí y afuera
Si bien hay mucha desorientación en todas partes, en la evaluación del contexto por parte de los partidos de la oposición existen varios elementos muy delicados que los alientan a apurar definiciones, ya que ellos estiman que podrían jugarle decisivamente en contra al kirchnerismo frente a la opinión pública: a) la inseguridad y la escalada del narcotráfico; b) las denuncias de corrupción; c) las complicaciones que se manifiestan en la economía, sobre todo por el consumo abusivo y la situación inflacionaria, junto al festival de subsidios y al desajuste paulatino del tipo de cambio que han acotado los superávits y que parecen llevar al proceso económico hacia un callejón del que será problemático salir y d) los permanentes desvaríos en materia de las relaciones internacionales.
En este punto, hay que anotar como un hecho nada menor que, síntoma de su molestia, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, se haya referido él mismo en un reportaje otorgado a un periodista argentino a un hecho en apariencia menor, como fue la carga del avión de la USA Air Force que llegó a Ezeiza con elementos que estaban fuera de la lista oficial para ser utilizados en un curso policial y que fueron secuestrados desaprensivamente y de modo personal por el canciller Héctor Timerman.
El fondo del problema de la relación con los Estados Unidos es que algunos desinformados le vendieron a la presidenta que los demócratas iban a ser más afines a la Argentina que los republicanos y que el nuevo presidente por ser negro podía ser más permeable que su antecesor. Pero lo cierto es que ese análisis demostró estar lleno de errores, ya que no tomó en cuenta siquiera que la ‘seguridad nacional’, en todos sus aspectos, es una política de Estado estadounidense y además que la institución presidencial para ellos es una sola.
El caso Moyano y sus derivaciones
Si se siguen de cerca los innumerables baches en política exterior, las controversias con los Estados Unidos debe enlazarse necesariamente con el caso Suiza, donde el canciller también ha tenido un papel central, sobre todo a la hora de negociar con el embajador en la Argentina las derivaciones de la situación con Hugo Moyano que puso en jaque al Gobierno, para tratar de desactivar el paro de camioneros.
Cuando las papas quemaban, desde la Cancillería se llegó a decir no sólo que Moyano no estaba bajo investigación, sino que ni siquiera se lo nombraba en el exhorto. Luego, se comprobó que no sólo él y su familia están mencionados varias veces y que el requerimiento habla de ‘actividades criminales’, sino que la justicia suiza ha pedido antecedentes también de otras causas, ya que enlaza este caso con el de las Obras Sociales debido a que Covelia podría ser ‘destinataria de fondos de origen ilícito generados entre otras cosas por una organización criminal activa en el tráfico de medicamentos falsificados’.
Los sindicatos resisten a brazo partido que el ala izquierda del Gobierno y sus aliados quieran desplazarlos, mientras que ellos tienen firme la pretensión de ‘exigir’ la presencia de representantes de la CGT en las listas de octubre, incluidos el cargo de vicepresidente de la Nación y de vicegobernador bonaerense.