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Ambiciones políticas, poder e instituciones

 

Al momento de asumir la conducción del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires, los analistas dijeron que desde la época de Herminio Iglesias ningún sindicalista había reunido tanto poder político. Se referían a Hugo Moyano, claro está. El acontecimiento fue uno de los temas dominantes en una semana durante la cual, además de la denuncia de la presidente contra Papel Prensa SA, los camioneros bloquearon durante varios días la planta de Siderar, mientras que en el Luna Park hacía su presentación en sociedad la Juventud Sindical Peronista, una sigla que en los años setenta estuvo identificada con la extrema derecha peronista y en la que militó, entre otros, el propio Moyano.

A veces la política suele ofrecer estas puestas en escena. En una semana se acumulan noticias y lo que importa es desentrañar en el fárrago del coyuntural espectáculo la orientación de fondo, su rumbo político. En principio, hay que decir que, más allá de las inevitables “desprolijidades” de los hechos, lo sucedido da cuenta de la urgencia del oficialismo por acumular poder con vistas a las elecciones de 2011. Esta estrategia se articula con la naturaleza del poder que pretende consolidarse desde el Estado. El ataque a Papel Prensa SA no es ajeno al lanzamiento político de Hugo Moyano, quien ha repetido en diferentes ocasiones que desea emular la experiencia de Lula en Brasil, es decir, ejercer el cargo de presidente de la Nación.

Si bien en las apariencias estos hechos parecerían no estar directamente relacionados, sí lo están desde el punto de vista de la naturaleza del poder que pretende construir el oficialismo. Puede que las ambiciones políticas de Moyano no coincidan con las de los Kirchner, o que el lanzamiento de la Juventud Sindical Peronista genere cortocircuitos entre los caciques del conurbano, pero lo que une a todos estos protagonistas es una determinada concepción del poder. Es que comparten una visión acerca de la política, las corporaciones, el lugar asignado a la oposición y la amplitud de las libertades civiles y políticas, muy en particular, la libertad de prensa.

Según se mire, esta ofensiva del oficialismo puede entenderse como un signo de debilidad o una muestra de fortaleza. Por un lado, el rasgo distintivo de los Kirchner es su ambición de poder, pero, por el otro, y atendiendo a las mediciones de opinión pública, las dos terceras partes de la población no comparten su gestión de gobierno, un dato que sigue constante en los últimos meses, más allá de las debilidades y la fragmentación opositora.

No está mal ambicionar el poder y luchar para conquistarlo o mantenerlo. Lo que importa advertir es que, en democracia, esa lucha por el poder se da en el marco del Estado de derecho y el respeto a las normas y garantías de la Constitución Nacional. La advertencia incluye al sistema político propiamente dicho; pero, también, a la sociedad, porque está demostrado que una sociedad movilizada y alerta pone límites a las ambiciones cesaristas de los poderosos.



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