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Que lo mira por TV

Que lo mira por TV

Amí me gusta observar los flujos y reflujos de las prácticas individuales en el mundo de las masas, las campañas, la globalización y la banalización (y se los digo a todo esto de una) y entre esas profundidades destaco la actividad esencial del homo televisus, es decir, el tipo cuya principal actividad es mirar la tele e invito a cualquiera a que se saque el sayo.

 

Hubo una época -que de tan antigua ni existió- en que había uno o dos televisores en todo el barrio o en el pueblo; ahora hay dos o tres por domicilio, además de pantallas que te salen al cruce por todos lados: hay teles en los computadoras, en el laburo, en las vidrieras y hasta en los minúsculos chiches electrónicos de mano. Es muy difícil zafar de la tele o, genéricamente, de la pantalla.

El fútbol es un deporte que permite el disfrute social y grupal de un partido y el mundial le agrega esa cosa tribunera en la que compartimos anhelos, angustias y fervores de unos tipos que corren a miles de kilómetros de donde nosotros estamos, pero a quienes seguimos paso a paso, literalmente.

Se disponen pantallas especiales en los colegios, en las ciudades, en los ámbitos laborales, como una rendición tácita: el fútbol y la televisión, sinónimos en un mundial, ganaron la batalla y lo sentimos mucho por esos amargos que quieren ver a Godard o a Pasolini justo cuando juega Argentina.

Como me crié en un pueblo, y mi padre tenía un bar, las peleas de Monzón o los partidos de copa de Independiente o de lo que fuera congregaban a decenas de personas. Recuerdo que mi viejo encimaba dos o tres mesitas en el patio del bar y, con ayuda masiva (esas cosas pesaban más que doña Marcia, que es decir bastante), disponía el televisor allá en lo alto y uno en el techo manejando lo mejor posible la oscilación de la antena para capturar mejor la imagen. Y luego, el milagro: venía gente de todas partes y se sentaban en fila en el piso, por orden de llegada y así veían el espectáculo en blanco y negro. No sé qué verían los de más atrás, pero estaban, gritaban y entraban sin saberlo por el borde externo en la historia de la televisación.

Hoy las grandes pantallas y el avance tecnológico te dan una imagen color con tal detalle que ves todo mejor que en una cancha, pues las repeticiones te muestran hasta la ubicación exacta de un barrito en el pómulo derecho del marcador izquierdo de Costa de Marfil. Ves la gota de transpiración, el gesto de dolor, el empujón, el escupitajo y casi transpirás vos, sentís un dolor parecido, te caés o te lavás la ofensa de un manotazo... Y, a diferencia de aquel viejo televisor que a la distancia se hacía más pequeño, acá hasta te conviene verlo de lejos.

Ahora bien, ¿cómo diablos hacen algunos tipos para arruinarte la resolución de un penal o un tiro libre? Porque en la pantalla grande, que tiene como una demorita mínima o un desfasaje entre imagen y sonido, estás viendo una cosa y siempre hay alguno que escucha la BBC, o tiene un contacto con un blog de Suazilandia o tiene un “guille” con un técnico de la Nasa o algo así y el tipo te caga (perdón por la franqueza, se me fue la antonomasia a la miércoles) la jugada gritando un gol o un “lo atajó” que segundos interminables después se comprueba en la pantalla. Tenés una bronca a todo color, gigante, de alta definición.

La decepción es similar a la del pibe que laburó como un burro a su primera noviecita, a pura placita, banco frío, zaguán quedándose en la periferia y de golpe te peleás y llega un reo, el gato langa de la cuadra, te la arrebata de un zarpazo y logra en un ratito (filtrándose con un pique corto impresionante en el férreo sistema defensivo del rival) lo que vos no en toooodo el partido...

La otra cuestión es hasta simpática y tiene que ver con la posibilidad de abrazar de prepo a la inaccesible Norma, Marita, Marcela o como se llame en su trabajo esa chica (lo importante es el puesto, el carril, el esquema, independientemente de quien lo lleve a la práctica), sólo porque hubo un gol de tu equipo y después lo seguís haciendo por una cuestión de cábala.

Así que estas pantallas aportan bastante más elementos que una mera imagen y nos permiten esa colectiva tan argentina de vamo todo loco. Y vos, cabezón, correte hacia la izquierda porque no veo el ángulo inferior de la pantalla y porque yo en el partido anterior estaba sentado acá. Por antonomasia ese lugar es mío, mirá cómo te lo digo, cabezón.

El mundial, “el” fenómeno global y televisivo por antonomasia (nunca supe qué significaba antonomasia pero siempre queda fantástico y le da estilo a cualquier cosa) se presta para la visión grupal de un partido, auxiliado ahora por la tecnología. esta nota, me parece, es una gran pantalla.

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.



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