alejandro piscitelli analiza el fenómeno de las rateadas
“Es ingenuo e inútil creer que se puede prohibir algo en Facebook”
Para Piscitelli, los chicos son como el “aprendiz del hechicero”, aún no entienden muy bien las redes sociales y su poder.
Foto: Flavio Raina
Para el filósofo se está perdiendo de vista la cuestión de fondo: que Internet no crea nada, sino que es un “revelador” de las cuestiones sociales. En ese sentido, aduce, las rateadas organizadas a través de Facebook fueron un mensaje de desinterés por escuela.
Mariela Goy
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Las rateadas convocadas por los alumnos de nivel secundario a través de Facebook desencadenaron una serie de acusaciones hacia el nuevo fenómeno que sorprendió a padres y docentes. “Es ingenuo e inútil creer que se puede prohibir algo en Facebook”, alerta Alejandro Piscitelli respecto de la pretensión de un juez de querer limitar el uso de esta herramienta virtual a menores.
El licenciado en Filosofía, ex gerente del portal Educ.ar, especialista en educación y nuevas tecnologías, estuvo en Santa Fe invitado por el Instituto Superior Nº 8 Almirante Brown para dar una charla sobre “Aprender y enseñar en un mundo hiperconectado”.
Piscitelli sostiene que hay una “incomprensión” del mundo adulto sobre el fenómeno de las redes sociales y considera que los chicos tampoco tienen consciencia del poder que reviste su uso.
—¿Qué opinión le merece el fenómeno de las rateadas organizadas por Facebook?
—Es un fenómeno interesante porque muestra las propiedades emergentes de las tecnologías. Es decir, las propiedades no previstas, en primer lugar, por quien diseñó la herramienta informática. No creo que Mark Suckerberg, el creador de Facebook, tenga idea de lo que es una rateada y menos en Mendoza, Argentina. Sin embargo, se hizo. Pero más interesante todavía es que la chica que organizó la primera rateada dijo en una nota que está arrepentida de lo que hizo porque empezó como un juego, dirigido a unos amigos. Incluso es un fenómeno bien interesante porque los padres la habían autorizado a ella a ratearse, siempre y cuando volviera temprano a la clase de Inglés. En definitiva, es un fenómeno emergente que sorprendió a todo el mundo.
—A usted, como experto, ¿también lo sorprendió?
—No me sorprende la rateada. Pero sí la sorpresa de los educadores, de los padres y de los ministros, que tardaron como diez días en reaccionar y llamaron a una reunión de Consejo Federal de Educación para ver qué hacían. Hubo padres que se creyeron muy vivos y crearon grupos en Facebook en contra de las rateadas y propusieron que les iban a pagar con la misma moneda: “Si te rateás, te saco la computadora”. Después, la emergencia se vivió en las réplicas de rateadas en otros lugares, lo cual ya perdió el efecto sorpresa y hasta resultaron ridículas. Mendoza sí fue un fenómeno muy poderoso. Y demostró que los chicos no saben el poder que tienen cuando usan la tecnología, lo busquen o no, lo quieran o no.
—El miedo en los adultos quizá radica en que ven ese poder que demostraron los chicos de pasar de lo virtual a lo real.
—Ésa es una sorpresa para los adultos porque para los chicos no existe la distinción real-virtual. Es una distinción tranquilizante de los adultos, un dualismo muy peligroso y maniqueo, porque no solamente los adultos insisten en que hay una diferencia muy radical entre lo virtual y lo real, sino que “lo real” es lo verdadero y “lo virtual” lo falso, el lugar de la enajenación, de los reprimidos, de los antisociales. Es casi una ideología de tías viejas.
—¿Se puede limitar el uso de Facebook a los menores, como ordenó un juez, o cuando se utiliza para hacer discriminación?
—Es tan ingenuo y absolutamente irrelevante ese planteo. La discriminación existe desde que existe la humanidad. ¿Qué tiene que ver la tecnología con la discriminación? ¿O en la época de Hitler existía Facebook? Primero, es técnicamente imposible prohibir algo en las redes sociales porque a los dueños de las herramientas no les interesa tener una política moral, moralista o moralina. Segundo, si prohibís un grupo en Facebook, al minuto siguiente crean otro con un seudónimo.
Entonces, el tema de la prohibición es ingenuo e inútil y no toma en cuenta el fondo del asunto. ¿Te acordás de cuando el fotógrafo tenía películas de celuloide y debía revelar las fotos? De la misma forma actúa Internet: lo que hace es revelar lo que ya existe en la sociedad y fijar determinadas cuestiones. Pero Internet no las crea, no las puede eliminar, no las disuelve; lo que hace es revelarlas. En el caso especial de las rateadas fue algo involuntario, no premeditado, fue “revelador” de una situación de fondo que tiene que ver con la escuela, con la insignificancia, el desinterés y la desmotivación; fue prácticamente como prenderle fuego a la escuela.
Creo que, de parte de los adultos, hay una enorme incomprensión de todo este fenómeno, y los chicos tampoco lo entienden mucho. Ellos son como el aprendiz del hechicero. “Lo único que yo quería era jugar con mis amigos”, dijo la chica que creó la rateada mendocina.
Uso educativo
—¿Se puede hacer un uso didáctico de Facebook? Usted en la UBA tiene una experiencia de trabajo con sus alumnos...
—Nosotros usamos Facebook para dinamitar el aula. Si imaginás un dispositivo diferente de enseñanza, ¿qué tenés que hacer? Intervenir todos los dispositivos tradicionales pedagógicos como el examen o los profesores, y entonces no hay nada de eso. En vez de exámenes, hay trabajos prácticos en videos; en vez de profesores, hay tutores. Lo que hicimos fue suplantar un dispositivo pedagógico vertical, autoritario y básicamente textual por otro. Y tuvimos éxito porque los chicos se han enloquecido, es un proyecto con una energía, una libido, productividad y creatividad muy grandes.
—Las nuevas tecnologías de la comunicación, ¿están cambiando la modalidad del profesor parado frente a los alumnos enseñando algo, por la de un profesor que tiene que construir conocimiento junto con los alumnos?
—Eso se declama mucho pero no ocurre nunca. El error garrafal es pensar que se está introduciendo tecnología donde antes no había nada, y lo cierto es que siempre hubo tecnología en la escuela. El problema es que ahora están en conflicto dos tecnologías, hay una batalla de dos gramáticas profundas, entre la cultura del libro y la de la pantalla, entre el currículum cerrado y abierto, entre un docente de instrucción, inyector, y otro de formato mucho más líquido, como dice Bauman. Pero eso no tiene que ver con las herramientas, tiene que ver con los dispositivos, con reconocer que la escuela siempre reformó la reforma antes de que la reformaran a ella y, esta vez, parece que no puede hacerlo. La escuela cree que sí, pero lo de la rateada es un buen síntoma de que explota por cualquier lado. Los muros de la escuela están bien trazados, pero resulta que se aprende cada vez más fuera de ella, informalmente, entre pares. Estas cosas van poniendo en un brete muy grande al sistema escolar, que reacciona como puede, a veces, mejor; a veces, peor. Es que la escuela está involucrada en esta “batalla cultural”, no educativa, que habrá pasado dos o tres veces en la historia, y por suerte nos toca vivir ésta.
/// EL DATO
Alejandro Piscitelli
Es un filósofo argentino, especializado en los nuevos medios. Licenciado en Filosofía en la UBA, Master en Ciencias de Sistemas en la Universidad de Louisville (Estados Unidos) y Master en Ciencias Sociales por la Flacso (Argentina). Es profesor de la UBA, Flacso y Universidad de San Andrés. Coeditor del diario electrónico Interlink Headline News, desde 1995. Entre 2003 y 2008 fue gerente general de Educ.ar, portal educativo de la Nación argentina. Publicó “Nativos Digitales”, “Internet. Imprenta del siglo XXI” y “Ciberculturas 2.0” y “En la Era de las Máquinas Inteligentes”, entre otros.