Entre el oficialismo y la oposición, el pueblo
Los dirigentes de la UCR expresaron en conferencia de prensa su decepción por el diálogo convocado por el gobierno. En términos parecidos se han expresado otros dirigentes de la oposición, por lo que hay buenos motivos para pensar que el diálogo como tal está llegando a su fin, o por lo menos, ha ingresado en una zona de crisis con desenlace imprevisible.
Tal como se presentan los hechos, daría la impresión de que el gobierno ha recurrido al diálogo más como una cortina de humo que como un camino racional para construir consensos. Siempre se pensó o se sospechó de que ésta era la voluntad del oficialismo, pero hasta los más pesimistas suponían que las reuniones en la Casa Rosada algún resultado positivo podrían dar.
Los Kirchner están convencidos de que no deben ceder a las presiones de los políticos y las corporaciones. Presentan el escenario como un campo de batalla, y atendiendo a las reacciones de unos y otros, pareciera cumplirse el principio de la autoprofecía.
Sin embargo, la más elemental lección de ciencia política diría que en este caso el oficialismo más que escuchar las protestas o presiones de los partidos opositores deberían leer con más cuidado el mensaje de las urnas, un mensaje que no es catastrófico, mucho menos destituyente, pero sí claramente pronunciado a favor de otro estilo de gestión.
El gobierno no está dispuesto a ceder y la oposición no sabe, de aquí en más, qué hacer o cómo reacomodarse luego del fiasco vivido. Queda claro que en un escenario de estas características, el más perjudicado por un camino o por otro será el pueblo, ese actor colectivo al cual los principales dirigentes del oficialismo y la oposición invocan de manera recurrente.
En este contexto queda claro que las posiciones duras e intransigentes de Elisa Carrió parecieron ser las más realistas. Desde que regresó del extranjero sus posiciones se han endurecido aún más y cada vez son menos los que reprochan su ausencia a la cita en la Casa Rosada.
Está claro que no es una buena noticia para una república democrática que las posiciones más duras sean las que ganen; no es una buena noticia para las instituciones y mucho menos para la sociedad.
Se sabe que el oficialismo concibe al poder como un campo descarnado de relaciones de fuerza. Para los Kirchner toda concesión es una derrota como toda victoria es un avasallamiento del enemigo. Se suponía de todos modos que la derrota electoral del 28 de junio les permitiría reflexionar sobre lo sucedido. Esto se suponía o se quería suponer. En política siempre son los hechos los que colocan a la realidad en su lugar.
Para colmo de males, la reciente votación en la Cámara de Diputados puso en evidencia más que la fortaleza del oficialismo, las debilidades de una oposición fatalmente fragmentada e incapaz de elaborar estrategias alternativas serias.