Hoy es la celebración mundial
Lávese las manos, pero no en el uso responsable del agua
En el mundo entero se conmemora hoy el Día Mundial del Agua. La fecha, impuesta 16 años atrás por la Asamblea General de las Naciones Unidas, apunta a una jornada de reflexión sobre el recurso y la importancia de su cuidado.
Desde que llegó la red de agua a Santa Rita II, Mateo ayuda a su vecino Juan José a lavar el auto. Intentan hacerlo en poco tiempo “para no derrochar ni una gota”.
Foto: Néstor Gallegos
Mónica Ritacca
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Juan José comenzó el año con el pie derecho. Se siente un hombre de suerte y está feliz porque Santa Rita II, el barrio donde vive, fue uno de los elegidos para implementar el programa nacional Agua Más Trabajo y, con ello, llevarle agua potable a los vecinos que hasta el año pasado dependían de la generosidad de sus familiares a la hora de conseguir “agua tratada” en algún punto de la ciudad.
David, en cambio, no tiene la misma suerte y se lo percibe cansado. Vive hace 20 años en los monoblocks del barrio Acería y desde entonces reclama acceder al agua de red, lo que, considera, pondría fin a la caótica vida que lleva su familia como consecuencia de no disponerla.
En el siglo XXI, incontables son las personas que no se imaginan lo que significa vivir sin agua de red, y tal vez por ello no tienen demasiada conciencia de lo importante que es cuidarla y la derrochan. Muchos son los barrios de la ciudad, sobre todo del norte, que no disponen de agua potable. Por ello, en el Día Mundial del Agua, viene bien conocer en detalle las historias de Juan José y David para reflexionar sobre el recurso y, sobre todo, la importancia de usarlo responsablemente.
“Nos cambió la vida”
“Vivimos en Santa Rita II desde que se inauguró el plan de viviendas, es decir desde 1999. El agua siempre fue motivo de reclamo para nosotros, porque no se podía consumir y ni siquiera servía para lavar el auto. Ahora, en cambio, nos olvidamos de todos los problemas que teníamos a causa de eso”, manifestó Juan José. Y agregó: “El agua que llegaba al barrio era de pozo, con mucho sarro e intomable”.
Entre los problemas que durante nueve años debieron atravesar, el hombre refirió no poder lavar la ropa en su casa, tampoco el auto y, lo que es peor, no tomar el agua de la canilla. “Mi señora, cada vez que tenía que lavar, juntaba la ropa y se iba a la casa de la hermana. El auto tampoco podía lavarlo en la calle, porque del sarro del agua quedaba manchado”, fueron sus palabras.
Respecto del consumo, dijo que apelaban a la amabilidad de amigos y familiares que gentilmente les cedían sus canillas para llenar los bidones y en algunas ocasiones compraban agua envasada. “Tener agua potable nos cambió la vida”, remarcó.
Otros vecinos del barrio manifestaron la misma alegría de Juan José, sobre todo porque sienten que los nueve años de reclamos sirvieron para que el barrio fuese incluido en el Programa Agua Más Trabajo. Sobre el cuidado del agua, recordaron lo que les dijo el intendente el día que inauguró la obra: “Barletta nos dijo que no la derrochemos, porque en la medida en que la cuidemos otras personas se verán beneficiadas”.
“Vivimos una odisea”
La llegada de El Litoral a los monoblocks del barrio Acería bastó para que los vecinos comenzaran a acercarse para enumerar una larga lista de reclamos barriales, entre ellos la imposibilidad de acceder al agua de red.
Agradecido porque “al fin alguien se acordó de que existimos”, Luján Alcorcé, un vecino del barrio y presidente de la Asociación Simplemente Evita, definió al agua que llega al barrio como “intomable”. “En Acería sólo los monoblocks no tenemos agua de red. El resto del barrio sí tiene, y es a esos vecinos a los que molestamos para que nos presten una canilla y podamos llenar los bidones”, dijo.
Alrededor de 466 familias son las que habitan en los 22 monoblocks que tiene el plan de viviendas construido hace más de 20 años. Y todas sueñan con poder, alguna vez, abrir la canilla de la cocina, servirse un vaso de agua y tomarlo. “La mayoría de la gente del plan vamos a pedirle agua a los vecinos que tienen de la red, qué le vamos a hacer. No tenemos opción”, manifestó Luján, mostrando a El Litoral todos los bidones que llena por día.
La situación de David y Marcelina es aún peor. Se les rompió el motor que permitía que suba el agua al tanque y, hasta tanto puedan arreglarlo, depositan agua que les brinda un vecino del monoblock en un piletín y en botellas y, al mismo tiempo, llenan bidones con agua de red que les cede otro vecino para consumo. “Hace 20 años que vivimos acá y siempre con el mismo problema: el agua”, dijeron.
Bastan las historias reflejadas para reflexionar, en el Día Mundial del Agua, sobre la importancia de un uso responsable de ésta puesto que en la ciudad son miles las familias que no la disponen en su condición potabilizada y desearían hacerlo.
David y Marcelina viven en Acería, donde reclaman hace 20 años por acceder al agua potable. Ante la imposibilidad de extender la red deben llenar bidones, casi a diario, en la casa de un vecino.
Foto: Néstor Gallegos
Agua: entre abundancia y escasez
Mag. Ing. Marta Paris (*)
En contraposición y en forma simultánea a la abundancia -y algunas veces excesos- de agua a la que estamos acostumbrados quienes vivimos en la pampa húmeda de nuestro país, muchas de las localidades e incluso barrios de los grandes centros urbanos no cuentan con suministro de agua apropiada para satisfacer las necesidades de bebida y elaboración de alimentos. Por lo que aún en los escenarios de abundancia tenemos que reflexionar sobre la escasez del agua, sea por mala calidad natural, contaminación, falta de planificación, de infraestructura, entre otros motivos.
El lema para este Día Mundial del Agua -recursos hídricos transfronterizos- hace mención al agua como recurso compartido y a las responsabilidades compartidas. Es un recurso compartido por muchas razones. No sólo por sus múltiples usos -energía, navegación, turismo, transporte, riego, industria o higiene- sino porque atraviesa transversalmente fronteras de tipo social, político, cultural, étnicas, económicas, entre otras. Todos y todas somos diferentes -hombres, mujeres, adolescentes, adultos, ancianos, ricos, pobres, blancos, negros, habitantes de las ciudades o de las áreas rurales, los de una orilla y los de la otra, los del sur o los del norte- pero somos equitativamente iguales en nuestra relación de dependencia con el agua. El agua es un recurso, y como tal un bien, un capital que obliga a que todos y todas, desde el rol que a cada uno desempeña en la sociedad, compartamos la responsabilidad de hacer una buena gestión que procure su uso eficiente, el acceso socialmente equitativo y la sostenibilidad del ambiente.
(*) Prof. adjunta y coordinadora académica de la Maestría en Gestión Integrada de los Recursos Hídricos de la Fac. de Ingeniería y Cs. Hídricas de la UNL.