(EFE)
El cineasta Joseph Losey, maestro americano muy europeo, hubiera cumplido el 13 de enero ppdo. cien años, mientras en junio se cumplen veinticinco años de su muerte. En un balance general podría decirse que su personal y considerable obra, pese a ser objeto de estudio académico, ha caído casi en el olvido.
“¿Por qué no se cita más a menudo a Losey entre los grandes cineastas del siglo XX? Pese a la calidad reconocida de sus películas es uno de los grandes olvidados de las retrospectivas y los festivales”. Con estas palabras la Filmoteca de París presentaba hace cinco años un ciclo dedicado al cineasta.
Los organizadores se preguntaban si el público actual se ha vuelto “menos receptivo a los ambientes turbios” de sus películas cargadas de “brutalidad y sexualidad, pero con un gran refinamiento estético”, y defendían la “riqueza y audacia de una producción cinematográfica” en la que hay algunas “obras maestras inmensas”.
Los pocos medios que hoy recuerdan el centenario mencionan el relativo olvido en que ha caído el director de films como “The Servant”, “The Accident”, “King and Country” o “The Go-Between”.
Las obras maestras de Losey datan principalmente de los años 60 y 70, un período en el que, igual que Alain Resnais, Antonioni o Godard, conquistó al público con películas con mucho trasfondo de crítica social, pero frías y sobrias desde el punto de vista formal.
Losey, que había nacido en La Crosse, Wisconsin, hacia un cine tan europeo como cualquiera de ellos, era, decían los críticos, el más europeo de los cineastas estadounidenses.
El macartismo y sus listas negras fue lo que llevó a Losey a cruzar el Atlántico hacia Europa, cuando tradicionalmente eran los europeos los que viajaban a Hollywood para desarrollar su talento.
Cuando en los años 40 empezó su carrera, en grupos de teatro de Nueva York, aún imperaba el espíritu del New Deal y fue en los escenarios estadounidenses donde entró en contacto con Bertolt Brecht. Antes había estudiado medicina en Datmouth e inglés en Harvard, pero entendió que su vocación era otra.
Colaboró con Brecht en la producción de la versión inglesa de “Galileo Galilei” y el director alemán tuvo mucha influencia sobre la creación de Losey, una obra centrada en la denuncia social, pero alejada del realismo y desapasionada.
Su primer largometraje, “The boy with green hair” (“El niño de los cabellos verdes”) se rodó en los EE.UU., en 1948, tres años antes de tener que abandonar el país por la caza de brujas contra los comunistas, y a posteriori el film se interpretó como una premonición de lo que se avecinaba.
En la película, un niño amanece un día con el pelo verde. A partir de ahí la cinta cuenta la reacción de rechazo y miedo del entorno que acaba forzando al menor a sacrificar lo que lo diferencia: su pelo.
Tras exiliarse en Inglaterra, Losey rodó otras películas en torno de esta temática, la reacción de las masas ante el individuo distinto. Una de ellas es M., un remake de “El vampiro de Düsseldorf” de Fritz Lang, muy apreciado por los estudiosos del cine, pero casi imposible de ver hoy día.
En 1963, Losey logró el reconocimiento de la crítica y del público con el film que fue su consagración, “The Servant” (“El sirviente”), la historia de un criado que mediante la manipulación y explotación de las debilidades de su amo acaba dominándolo.
“Losey era un americano marxista que nunca había tenido a su disposición un sistema de clases en el que hincar el diente de su materialismo dialéctico” hasta que se encontró con la jerarquizada sociedad británica, escribió Jon Patterson, crítico entre otros de “The Gardian”, al presentar una colección dedicada a él.
“The Servant”, la obra más valorada de Losey, trataba de las relaciones de poder a nivel social o psicológico; desarrollaba el tema del intruso, pero no como enemigo de la comunidad, sino como elemento desestabilizador y fijaba un estilo inconfundible.
Es la primera de cuatro colaboraciones con el dramaturgo y futuro premio Nobel Harold Pinter, autor del guión.
Losey no escribía sus guiones, pero los traducía a un lenguaje cinematográfico muy elaborado, donde las sombras, juegos de espejos, objetos o los lugares eran símbolos y reflejo de la evolución de la historia.
Con Pinter hizo también “The Accident” y “The Go-Between” que logró la Palma de Oro en Cannes, y ambos preparaban un film sobre “En busca del tiempo perdido” de Proust, que nunca se rodó.
Otras de las obras destacadas del director, ya sin Pinter, fueron “King and Country” que no ha quedado en los anales, porque su temática es muy parecida que la de la magistral “Paths of Glory”, “The Romantic English Woman” o “Mr. Klein”, rodada en Francia.
La filmografía de los últimos años de su vida es bastante inferior y tal vez porque dejó mal sabor en la boca, las grandes obras de Losey tampoco se recuerdan.
Un fotograma de “El sirviente”, de Joseph Losey, con la antológica actuación de Dirk Bogarde (de pie).
Foto: Archivo El Litoral.
Las obras maestras de Losey datan principalmente de los años ‘60 y ‘70, un período en el que, igual que Alain Resnais, Antonioni o Godard, conquistó al público.