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Todos manoseaos

Juan Manuel Fernández

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En el país donde la clase dirigente sólo gobierna pensando en las urnas, la apuesta de la entidades ruralistas a confrontar con el gobierno en el terreno político puede ser un camino riesgoso para los productores. Porque se sabe, cuando los intereses del poder interfieren, toda discusión se aleja de la realidad para centrarse en la pura especulación, en la improductividad lisa y llana.

Mientras el interior agrícola y ganadero se contrae por la deshidratación, y el maíz se pierde, las vacas se caen, los terneros no crecen, y madura en los pobladores la idea de emigrar, cada decisión oficial que pueda beneficiar al campo se demora mientras se tamiza para evitar que se transforme en rédito para la oposición. Por eso Moreno embarra la cancha llegando intempestivamente a Sunchales para negociar directamente con empresas y productores santafesinos: así “puentea” al gobierno de Binner (potencial rival político de los Kirchner) y también sigue “ninguneando” a la Comisión de Enlace. También es por eso que la homologación a nivel nacional de la emergencia agropecuaria no se concretó a la espera del retorno de la Presidenta de su gira por Cuba y Venezuela. El problema es que mientras se desarrolla el juego político la soluciones siguen sin llegar a quienes verdaderamente las necesitan.

En el país de la unipolaridad partidaria, donde ya no quedan referentes ni fuerzas que equilibren la balanza, la propia dinámica de la disputa política demanda alguien con quien confrontar, alguien que sea derrotado y por lo tanto que haga sustentable la propia victoria. Ganarle a nadie no fortalece y mucho menos alcanza para legitimar el típico autismo con que se ejerce el mando. “Que formen un partido político y que ganen las elecciones si lo que quieren es cambiar el modelo”, se escuchó decir en reiteradas oportunidades a los voceros del gobierno nacional durante lo más álgido de los cuatro meses de conflicto por la 125.

“El campo” está lejos de ser una fuerza política en sí misma, puesto que no lo define una ideología ni una doctrina determinada, razón por la cual difícilmente pueda constituir una alternativa de poder. Pero algunos referentes ya han intentado meter la cuchara en cuestiones de Estado, quizá con la idea de participar —legítimamente— en los comicios de octubre o bien de mantener el protagonismo mediático. No parece ser el camino más apropiado para defender los intereses del sector, sobre todo porque confundiría al conjunto y de ello se aprovecharía la contraparte. En ese marco ¿cómo plantear que sin ayudar a la ganadería habrá menos carne, o que sin atender a los tamberos la leche costará más cara, sin que pretendan invalidarse los argumentos acusándolos de intencionalidad política?



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