Juan Manuel Fernández
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La apicultura en la Argentina atravesó momentos de alzas y bajas, pero nunca una situación como la actual: cuando todo el mundo debiera estar cosechando miel, en realidad -como si fuera julio en lugar de enero- están alimentando artificialmente las colmenas para evitar que se les mueran de hambre. Ni los más veteranos productores habían vivido alguna vez una cosa semejante.
La sequía pega de distintas maneras, pero afecta a todos. En la provincia de Santa Fe el cuadro general es grave y se torna dramático a medida que se avanza hacia el norte. Hasta el momento los números oficiales dan cuenta de un rinde que no llega a la mitad del promedio histórico y un elevado índice de mortandad.
Si bien la preocupación inmediata de los apicultores es sostener nutricionalmente los apiarios, la angustia se proyecta también hacia la próxima invernada. El debilitamiento potencia el efecto de las enfermedades, sobre todo de varroa, y la escasez de polen complica la recuperación de las poblaciones en tiempo y forma para enfrentar el frío. En cada excursión al campo se gasta mucho dinero sin posibilidades ciertas de recuperarlo, por lo que están pidiendo desesperadamente alguna ayuda para sobrellevar la crisis.
El Consejo Económico de la Cadena Apícola tomó nota de la situación y el martes 13 de enero conformó una Comisión de Emergencia con la tarea de presentar un diagnóstico. De allí surgieron, a modo de protocolo, una serie de pautas sanitarias, elimenticias y de uso de sustitutos para recomponer las colmenas. También se anunció la posibilidad de asistir a los productores con Aportes No Reintegrables (ANR) para compra de alimento o productos sanitarios.
Despobladas. Llama la atención que las cámaras de cría tengan tan poca cantidad de abejas.
Fotos: Juan Manuel Fernández
La voz oficial
El coordinador de la Cadena en la provincia, Fabián Zurbriggen, expuso los datos oficiales: “se estima que el promedio de cosecha va a estar rondando los 15 kilos, contra el histórico que es de 35. Y respecto a mortandad, en los departamentos del noroeste, como 9 de Julio o San Cristóbal, se estima que alcanza al 40% más o menos. A medida que vamos bajando para el centro va disminuyendo. Pero más allá de esto las colmenas están debilitadas”.
A raíz del panorama observado, el funcionario confirmó que se realizarán charlas en cada uno de los nodos en que está dividida administrativamente la provincia y se distribuirá a través de las asociaciones de productores los procedimientos a desarrollar “para establecer una modalidad de trabajo común en todo el territorio para recuperar las colmenas”.
En cuanto a la asistencia económica, Zurbriggen comentó que el Ministerio maneja la posibilidad de entregar Aportes No Reintegrables, “más allá de los créditos blandos que se vienen gestionando”, aunque no precisó montos ni tasas. “Lo que se va a buscar primero es solucionar el problema de la sanidad y después ver cómo se puede volcar ayuda por otros conceptos”.
Aunque tal posibilidad todavía no está confirmada, la cartera productiva ya emitió un comunicado en el que anticipa cuales serán los requisitos para acceder a los posibles beneficios. Los apicultores deberán dar cumplimiento a lo establecido en el Registro Nacional de Productor Apícola (RENAPA) y presentar la “Solicitud ANR” (aporte no retornable), formulario que podrá encontrarse en la sede ministerial, comunas y municipios, y entidades que componen la Cadena de Valor. Las solicitudes se recibirán en el Ministerio hasta el 31 de enero y tendrán especial importancia, para decidir a quien se dará asistencia, las declaraciones de colmenas efectuadas hasta el 31/12/08.
En primera persona
Reinaldo y Leonidas Tibaldo, reconocidos productores de Llambí Campbell con 30 años de experiencia, remarcan los problemas de la falta de polen y las altas temperaturas. “Las colmenas están despobladas por los calores”, dicen, y explican el porqué: “la abeja se “gasta’ más rápido porque emplea mucha energía en acarrear agua y en ventilar la colmena y no hay cria suficiente para reemplazarlas”.
Reinaldo cuenta con unas 1.400 colmenas distribuidas en más de 20 puntos del centro norte santafesino. Es de los menos perjudicados, ya que todavía no alimenta y “algo” alcanzó a cosechar. El promedio le dio 18 kilos, bastante más que la media pero muchísimo menos que los 50/60 kilos por colmena del año pasado.
Con vistas a la invernada, ambos sostienen que “hay que esperar a la floración de otoño para ver cuanto polen entra”. Recién entonces se sabrá si será necesario suministrar proteína con un sustituto (y seguir acrecentando los costos) o no. Por eso, confiesan, “donde hay subsidios o créditos blandos nos anotamos”.
En la zona tambera, Roberto Giudicatti, radicado en Franck, está calculando que por más que llueva sus abejas no van a tener suficiente floración para bloquear la cámara antes del invierno (saturar el nido con alimento para que la reina achique la postura). “Si cae una lluvia, antes de 30 días las alfalfas no van a dar nada; pero además los tamberos, con la necesidad que tienen de hacer reservas, no la van a dejar florecer y la van a enrollar antes”, estimó.
También relató que en el departamento Las Colonias se cosecharon menos de 15 kilos en promedio, por lo que se suma la tercera campaña frustrada: en 2007 les llevó las colmenas la inundación; en 2008 tuvieron que concentrar los esfuerzos en recuperar los apiarios; y en la actual los mató la sequía. Giudicatti, que representa al nodo Santa Fe en el Consejo Económico de la Cadena Apícola y a los apicultores ante el Consejo Económico Provincial, sostiene que a los valores actuales de la miel el “rinde de indiferencia” para poder reinvertir en la actividad es de 30 kilos promedio.
Entre los que peor la pasan, Julio César Fernández está en los primeros lugares de la lista. Maneja unas 5.000 colmenas: 3.000 sobre praderas en Arrufó, departamento San Cristóbal, y el resto en un emprendimiento orgánico en Helvecia.
Como le ocurrió a los apicultores del noroeste provincial, la sequía empezó a pegarle duro en el invierno a punto tal que le ocasionó una mortandad de 30 al 40%. En esa zona no sólo no cosechó ni un kilo de miel sino que está alimentando con jarabe desde mediados de diciembre. Los costos se le disparan y ni siquiera puede calcular cuanto más tendrá que gastar, ya que dependerá de si llueve o no antes que llegue la invernada. Igual, considera que “va a haber más mortandad” porque “no se puede suplantar la alimentación natural”. Como la mayoría de los colegas, ahora está tratando de “bloquear” con jarabe las cámaras de cría con el objetivo de disminuir al máximo la actividad de la colmena. Mientras tanto, como le ocurre a los ganaderos en el norte, también está gastando en acarrear agua hasta los colmenares. “La llevamos en un tanque de 1.000 litros y la repartimos en tachos de 200 cortados a la mitad”, relata. Confiesa estar a la espera de un subsidio para curar y alimentar, mientras reflexiona: “es lindo tener 5.000 colmenas cuando la cosecha viene bien, pero cuando no... tenés que decorar esa torta”.
Consecuencia. Cría despareja a raíz de enfermedades que se potencian por el debilitamiento de las colmenas.
Sin miel. Los marcos de las medias alzas debieran estar operculados y listos para cosechar, pero apenas tienen estirada la cera.