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Entrevista al médico psiquiatra Juan Carlos Stagnaro

“Los especialistas tememos al estigma más que a la locura”

La incidencia de la crisis actual sobre la psiquis de las personas y, a la vez, el riesgo de etiquetar y sobremedicar. El clásico hospital psiquiátrico como un concepto superado y la necesidad de otorgar a la salud mental la jerarquía que merece, en una charla con el profesional.

Nancy Balza

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“Los especialistas tememos a una cosa más que a la locura y más que a los límites de nuestra terapéutica -que los tiene-; le tememos al estigma, un fenómeno humano que probablemente venga de la noche de los tiempos”. Quien lo afirma es el Dr. Juan Carlos Stagnaro, médico psiquiatra, docente, investigador y presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos. Y asimila sus dichos al debate -no excento de matices- en torno de la “lucha antimanicomial” que se viene planteando en la actualidad y encuentra a algunos a favor del “liso y llano” cierre del hospital psiquiátrico clásico y a otros, entre los que se incluye, que plantean una transformación hacia nuevas instituciones abiertas a la comunidad.

—¿Está preparada la sociedad argentina para que se ponga en práctica este proyecto de desinstitucionalización?

— La dimensión loca de nosotros mismos es algo que rechazamos profundamente. Proyectarla en alguno que la expresa de manera más aguda y suponer que colocando a esa persona detrás de altos muros nos desembarazamos de la locura propia, es una ilusión. Y si el estigma es un enemigo del trabajo en salud mental, uno de los actores principales es el periodismo. Si los medios asimilan locura a violencia, desborde sexual, violación y delito, refuerzan el estigma a nivel social. Si, por el contrario, informan bien, desdramatizan, caminan las instituciones de salud mental y ven que allí hay algunos más débiles que los demás, el campo de la salud mental se va a expandir fuertemente. No hay ninguna reforma psiquiátrica en el mundo que no se haya apoyado en el periodismo.

También es cierto que detrás de los altos muros de los asilos están los locos pobres, no los ricos. Además, hay un criterio de salud que indica que está sano el que produce, y ellos no lo hacen. Y si no produce uno de nuestros compatriotas porque sufre mentalmente, merecería que la comunidad se ocupe de él. Porque una comunidad que no se ocupa de sus niños, de sus viejos o sus locos es una comunidad inviable.

—Sin embargo, hay más sensibilidad por los niños o los viejos que por los locos.

— Se les tiene menos miedo. Pero los niños pobres y los locos pobres también están institucionalizados. Todo forma parte de una cadena de rechazo a la diferencia, a la fragilidad y la debilidad en una sociedad que viene heredando, desde su estructuración neoliberal, una forma de funcionamiento que se asimila al darwinismo social: sobrevive el que logra pelear más en esta situación. Y el enfermo mental es un conciudadano que no está en condiciones de dar la pelea igual que los otros.

En su justo lugar

—¿Se da a la salud mental la misma importancia que a otras áreas de la salud?

— No se le da la misma importancia. Es curioso porque, en la atención primaria de la salud, ésta constituye un altísimo porcentaje de las consultas. Como muchas veces no son identificados los problemas mentales porque toman la apariencia de una alteración física, los pacientes son sometidos a análisis y estudios porque no se interpreta la situación inicial. La salud es una sola; el hombre es una unidad antropológica y hay que enfocarlo desde todas sus dimensiones. Pero el término es polisémico. Se puede hablar de la salud mental (con minúsculas) o de la Salud Mental. Si la primera alude a estar sano, a sentirse bien, a poder crear, amar y trabajar, la segunda alude a las poblaciones y está vinculada al concepto de Salud Pública. En este caso los trabajadores de la salud mental somos un actor más dentro de un concierto multidisciplinario que, si no se pone en marcha de conjunto, no funciona y arroja saldos de enfermedad mental a nivel poblacional.

El contexto actual

—El momento de crisis como el que se está atravesando a nivel global, más los condimentos propios de la situación en la Argentina, ¿pueden derivar en un sufrimiento a nivel de la población en salud mental?

— Sin ninguna duda. Cuando se miran las estadísticas actuales de la Organización Mundial de la Salud, se observa que hay un incremento porcentual de las enfermedades mentales en relación al conjunto de las enfermedades. Algunos dicen que se las detectan más, se las diagnostica más, y seguramente eso incide. Pero creo que las condiciones de vida contemporáneas incrementan el grado de sufrimiento mental.

— Si toda una población puede sentirse afectada por una situación de crisis, ¿hay alguna acción que pueda aplicarse en el conjunto, más allá de la estrategia individual que cada uno adopte?

— La prevención en salud mental es posible. Hay que partir de lo general a lo particular: una población bien alimentada; que vive en condiciones dignas; que tiene trabajo con el salario correspondiente a su esfuerzo; que se educa; que puede recrearse y utilizar el ocio creativo; que es libre en su expresión política y religiosa; que se siente segura en la comunidad donde está; que se siente dirigida por políticos que interpretan y respetan; que nace, crece, se desarrolla y muere en un ambiente donde la honestidad y la cultura del trabajo son valores importantes; que puede criar a sus hijos y jugar con ellos, seguramente va a soportar mejor las contingencias de la vida, las cuestiones de su destino. Tendrán siempre traumas y habrá quienes tengan una personalidad que se arme mal, pero va a haber menos afectados.

—En nuestro país, entonces, hace falta un trabajo arduo de prevención.

— Sin dudas, pero que no se medicalice y no caiga sobre los trabajadores especialistas en salud mental la responsabilidad de prevenir aquello en lo que debe actuar toda la sociedad. Nosotros haremos nuestro trabajo, pero hay que tomar conciencia de que esas condiciones generales de vida tienen que estar.

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“No hay reforma psiquiátrica en el mundo que no se haya apoyado en el periodismo”, afirma Stagnaro.

Foto: Flavio

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ADEMÁS

Los riesgos de etiquetar

Reconocer que existe un aumento porcentual de enfermedades mentales y que “nuevos contingentes de sufrientes mentales se incorporan -de acuerdo con datos objetivos- al mundo de los llamados enfermos” habilita, para el Dr. Juan Carlos Stagnaro, un nuevo debate.

Es que “si el sufrimiento mental se reduce al funcionamiento cerebral, habrá que actuar sobre el cerebro con el recurso más directo que es el fármaco”. Esto lleva a que “ciertos colegas, característicos de algunos centros universitarios del hemisferio norte -léase Estados Unidos- vayan introduciendo en la clasificación psiquiátrica distintas formas de conducta para catalogarlas como enfermedad mental y hacerlas pasibles de tratamiento. Entonces, se empieza a abrir un negocio interesante para algunos. Además, las personas que caen bajo el efecto de un diagnóstico médico tienen un peso suplementario sobre su destino; porque diagnóstico no es una palabra inocua. En tercer lugar, se ocultan -con la medicación- otras causas que son de orden social, político o económico, y el sujeto por algún lado flaquea y muestra un síntoma. Pero síntoma, en medicina, siempre es señal de otra cosa; la cuestión es cuál es la otra cosa. Esto nos lleva a una lucha epistemológica en el campo de la psiquiatría entre los que incluimos estos elementos y los que a veces ingenuamente y a veces intencionalmente optan por el reduccionismo que mencionaba. En nuestra asociación, esto es un tema de debate profundo y constante”.

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perfil

Dr. Juan Carlos Stagnaro

Presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APsA), además de un destacado historiador de esa disciplina y del pensamiento psiquiátrico. Doctor en Medicina, psiquiatra y psicoanalista, es profesor titular y director del Departamento de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.

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EL DATO

congreso

Representantes de diversos lugares del país integran la comisión directiva de la Asociación de Psiquiatras Argentinos y ahora se propuso concretar delegaciones, de las cuales una involucra a la región Litoral a partir de la Sociedad de Psiquiatría de Santa Fe que preside el Dr. Juan Carlos Liotta.

Para 2009 se anuncia el congreso nacional de la especialidad en Mar del Plata; dos años después, Buenos Aires será sede del Congreso Mundial de Psiquiatría.



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