Ignacio Andrés Amarillo
El tradicional encuentro de noviembre tuvo que afrontar la cancelación de su primer día por razones climáticas, pero se desquitó con una maratón de música para varias generaciones.
Ignacio Andrés Amarillo
La tormenta persistente que azotó el área de la ciudad de Buenos Aires afectó al esperado clásico River-Boca pero también al Personal Fest, con la correspondiente suspensión de su primera jornada y alteraciones en la grilla y activaciones de la segunda: fue el caso del escenario Isla y el novedoso sector de gaming.
Por eso era un desafío para la organización volver intensa la que estaba destinada a ser la única jornada de la decimoquinta edición del encuentro. Perdida la oportunidad de atender al concierto de Robbie Williams, la neozelandesa Lorde iba a tener la responsabilidad de ser la figura central: el labial morado de varias chicas (entre quienes llegaron temprano para el horario de Ibiza Pareo y Valdés) indicaba a quién habían ido a ver.
Generaciones
Mercury Rev (originalmente en la grilla de sábado) es una de esas bandas inclasificables de la escena estadounidense que atravesaron los ‘90 por afuera del estallido grunge, y vinieron en el marco de la gira que celebra los 20 años de “Deserter’s Songs”, que justo pegó en el medio de la canción americana y pop británico. Encabezados por el cantante Jonathan Donahue y el guitarrista Sean “Grasshopper” Mackowiak, encararon viejos temas como “Central Park East” y “Holes”.
El siguiente número, Gus Dapperton, también llegó desde el estado de Nueva York (Mercury Rev desde Buffalo, Gus desde Warwick), pero desde otra generación: el platinado jovenzuelo practica un indie pop de sintetizadores (a cargo de su hermana Amabelle, también solista) y bajos bailables, conectado con nuevas sonoridades globales.
Los nuestros
El cordobés Juan Ingaramo trajo su sonido electrosoulpop, que tuvo toques de trap en “Fobia”, junto a los emergentes Dakillah y Ca7riel; y levantó con su verdion de “Fuego y pasión” de Rodrigo Bueno, a dúo con Emme (Mariela Vitale Condomí, corista durante todo el show), antes de “Ladran” junto a Louta. Cerró con “Mi chica”, que supo grabar con Emme.
Ahí aprovecharon para poner en medio de los escenarios la burbuja de Louta (que fue imagen del festival y se quedó sin show propio) para interpretar “Un lugar adentro” entre papelitos plateados y margaritas de utilería.
Bohemios y chicas poderosas
El que salió ganando fue Connan Mockasin, el primer neozelandés de la velada, que pasó de la cancelada Isla a los escenarios mayores. Entró tímidamente, como un alma vieja en un cuerpo más joven, aportando un poco de indie vintage, de guitarras limpias y teclados en colchón, casi cetáceos. Descorchando un tinto, se puso blusero en “Why are you crying?”, con sus botas verdes y sus botamangas animal print.
La energía levantó con Warpaint, grupo indie de chicas angelinas: la colorada Emily Kokal sobrevoló etéreamente con su voz desde “The Stall” por sobre la electricidad de Theresa Wayman en la guitarra (que canta lo suyo también, como en “Love is to die”), apoyadas en el espeso bajo Rickenbacker de Jenny Lee Lindberg y la batería de Stella Mozgawa. En “So good” Theresa agarró bajo y voz, antes del bailongo de “Disco”. Así se convirtieron en una de las revelaciones del festival.
Indie claro
Death Cab for Cutie salió desde el estado de Washington, patria del grunge, pero después de la tormenta: son del cambio de siglo, un indie de voces ligeras y guitarras de arpegios claros (en la camada de Jimmy Eat World y Placebo). Ben Gibbard es el motor del combo, tocando canciones viejas y nuevas (del disco “Thank you for today”) como “I Dreamt We Spoke Again”, “Summer years”, “The ghosts of Beverly Drive”, “Long division”, “Title and registration”, “Gold rush” y “Crooked teeth”.
El cantante encaró a solas “I will follow you into the dark”, como prólogo al tramo final: en “I will possess your heart” se fue al piano, para seguir con la densa “Black Sun” y acelerar en “Soul meets body”. La despedida fue sentado al piano, antes de abordar “Transatlanticism”.
Para arriba
MGMT hace un elogio de la retromodernidad: Andrew VanWyngarden con su voz con algo de Neil Tennant y su guitarra Danelectro, y Ben Goldwasser con sus teclados analógicos; secundados por una backing band con bajos disco y pistas rítmicas ochentosas. Todo vestido con una puesta visual, de las pantallas a las macetas con plantas.
El set de arranque fue con “Weekend wars”, “When you die”, “Time to pretend”, “James y “Flash delirium”. Connan Mockasin subió como invitado en la guitarra de cuerdas de nylon, con dejos de flamenco, en “Tslamp”, antes del toque medieval en las teclas de “Little Dark Age” y de subir el tempo con “Electric feel” a dos voces. En “Me and Michael” Andrew atajó un corpiño, como previa al descontrol que vendría con el gran hit que es “Kids”, con Connan y su guitarrista sumándose a la fiesta. El viaje final fue de la mano de “Of Moons, birds & monsters”.
La figura
Ahí mismo empezaron los aullidos, esperando que salga Ella Marija Lani Yelich-O’Connor, la petisa de ojos raros que todo el mundo conoce como Lorde, la que con el disco “Pure Heroine” marcó un estándar para los sonidos actuales.
Un cuerpo de baile recibió a la propia, de rodete y túnica tornasolada, para cantar “Sober” sobre dos teclados y batería, y “Homemade Dynamite” con coros pisteados. La chica creció desde su visita en el primer Lollapalooza: aquel patito feo tímido ahora domina el escenario y se suma a las coreos.
“Yo solo quiero decir: bailen, boludos”, invitó en argento antes del oscuro slow tempo de “Tennis Court”. Su versión de “Magnets” de Disclosure tuvo video y bailecito suyo, y “Buzzcut Season” (una escalerita sonora) una coreografía contemporánea de dos bailarinas.
Después de unos mimos a los argentinos, “Hard Feelings” trajo los graves zumbones y el beat con reberb que son su marca registrada, y líneas de guitarra.
De cerca
“Ribs” precedió a la electrorockera “The Louvre”, antes de que Ella se siente en la punta de la pasarela a cantar “Writer in the Dark” sobre piano solo. Con la misma intimidad, y un elogio a la pasión del público argentino, afrontó “Liability”.
“Sober II (Melodrama)” trajo el sinfonismo de las cuerdas, para volver al upbeat con “Supercut” (y una performance bastante neoclásica en una de las bailarinas) y al groove denso del clásico “Royals”.
“Argentina es re piola” tiró en criollo, anunciando que quedaban tres canciones: arrancó con “Perfect Places”, siguió con “Team” y un nuevo baño de masas, y se despidió con la bailable “Green Light”, con su estallido de humo y papelitos.
Así terminó una accidentada pero intensa edición de un encuentro consolidado en la grilla nacional (con más de dos millones de views a través de las plataformas digitales de Personal Fest: redes sociales, web y Flow), con ganas de tomar plena revancha el año que viene.