El peso de la historia

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Arturo Borra.Foto: Archivo El Litoral.

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De la Redacción de El Litoral

“Figuras de la asfixia”, de Arturo Borra. Editorial Germania. Alzira, Valencia, 2012.

En su poemario anterior (Umbrales del naufragio, 2010), Arturo Borra radiografiaba el presente histórico como una inevitable caída y concluía que “si no hay más que hundimiento agua turbia / sin solaz ni descanso / si todo amenaza con ser nada / habrá que naufragar para rescatarse”. En su nuevo libro, Figuras de la asfixia, la opresión es mayor y más lejano el resguardo: “ya no hay más que presidios / que no ocultan el miedo”.

Las figuras y metáforas que pueblan el libro para sustentar la metáfora mayor de la asfixia (la oxidación, el túnel, la fuga, la expulsión, la caída, los escombros, el saqueo, la ruina, el derrumbe) conforman la pintura de una realidad sofocante, y transmiten la sensación de ahogo ante la falta de aire libre y recorren con ansias las vías posibles para conseguir o imaginar utópicamente un terreno donde el respiro amplio sea también el del vocablo pleno.

Figuras de la asfixia lleva como subtítulo (o mejor, como indicación o dedicatoria) El libro de los otros. En el epílogo, el autor nos da una pista para interpretar esta definición: “Puede que persigamos inútilmente el libro de los otros: el más impersonal de todos los libros; el más improbable, el que debe soportar un mundo que lo aplasta. El que no puede escribirse. Puede que sea también el menos innecesario, el que no acepta reclusiones tranquilizadoras. Una línea inestable separa lo superfluo de lo imprescindible; moverse en esa línea forma parte de la exigencia intrínseca al poema”. En estos poemas, en efecto, se comprueba una manifestación más preocupada por un sentir común, por compartir y asumir un volumen de voz que excede el estupor personal de, por ejemplo, el citado libro anterior de Borra.

Una explícita marca de Figuras de la asfixia es la presencia de varios textos explícitos de “preocupación social” (un poema sobre Villa Oculta, otro que enumera las expresiones de desprecio dirigidas a “los negros”, otro sobre la última inundación, por nombrar los que tocan algunos temas cercanos), de preocupación histórica (poemas sobre los campos de concentración en Lods, Treblinka, Auschwitz), o las manifestaciones de desasosiego ante profanaciones, confabulaciones, migraciones, exilios.

No es casual que las distintas partes de este libro estén organizadas en un orden inverso: comenzamos con la sección 10, continuamos con la 9, y así hasta el número 0 del epílogo. Borra sostiene que el recorrido fortuito de nuestro destino (personal y social) es incierto, y quizás fortuito, pero el peso del pasado permanece y puede asfixiar el presente. La escritura quizás no pueda desnudarnos de ese lastre, pero sí tiene la posibilidad (el deber) de advertir “sobre una cuenta regresiva que puede estallar en nuestras manos”.