Jardines en la ribera
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Santa Rosa de Calchines se ha erigido como uno de los principales centros de cultivo de flores de la provincia. Los establecimientos tradicionales y los nuevos emprendimientos experimentan con otras variedades para diversificar la producción.
A sólo 48 kilómetros de la capital santafesina, en una franja de tierra atravesada por la ruta provincial 1 y bañada por las aguas del río San Javier, se encuentra Santa Rosa de Calchines. En la comunidad viven unas 5.000 personas, responsables del crecimiento sólido y constante que ha experimentado la comarca en los últimos años.
Uno de los pilares en los que se asienta su desarrollo es la producción, dedicada casi con exclusividad al cultivo de flores. Con sólo transitar por la ruta costera se descubre un pueblo floricultor. Aromas y colores anuncian desde la misma entrada a la comarca, el suelo fértil donde se hacen y crecen cada vez más establecimientos productivos. A los tradicionales se suman nuevos emprendimientos, que apuestan a esta zona y experimentan con otras variedades para expandir la actividad.
Entre los primeros, que históricamente se dedicaron a la floricultura, se encuentra el productor Francisco Favaro, propietario de uno de los más grandes y reconocidos establecimientos de la zona. Con más de 30 años en el rubro, ha decidido reconvertir su explotación para incorporar al cultivo tradicional, que es el gladiolo, parcelas destinadas a la siembra de rosa y jazmín.
"En la zona de la costa lo tradicional siempre fue el gladiolo pero después se fue buscando otra cosa, porque hay que tener variedad para seguir subsistiendo en estos tiempos. Está brava la situación", sintetizó a La Región el productor, que explota 20 hectáreas dedicadas a la florihorticultura. "El gladiolo tiene un período más largo de producción, tratamos de cultivarlo todo el año para poder sostener los gastos, procuramos sembrar escalonado para poder tener circulante. Pero el jazmín ya es una cosecha más corta, dura sólo dos meses", contó.
Decidido a instalarse en el principal mercado del país, Favaro produce todo el año y envía entre 400 y 600 cajones por semana de gladiolos, rosas y jazmines, en camiones propios, con destino a Buenos Aires. "Vamos directamente al Mercado de Floricultores, porque ellos son los principales destinatarios de la producción, por la cantidad de habitantes que tiene Buenos Aires, pero también llevamos a Rosario y Santa Fe".
Para que florezcan nuevos mercados
En el establecimiento de Favaro se cultiva la planta común de jazmín y una extensa variedad de rosas injertadas, que se cuidan para garantizar su calidad y perdurabilidad. "Tenemos unas 4.000 plantas en invernadero y las podamos 6 veces por día, en época de corte, de cosecha", señaló el productor.
Con respecto al gladiolo, si bien existe un centenar de variedades, hay 3 ó 4 clases que son las más cultivadas porque tienen salida en el mercado de Buenos Aires.
"Los precios están bastante mal, hay poco poder adquisitivo y está todo estancado. Está difícil salir de esta situación porque los insumos son muy caros para producir y el precio del producto es bajo, pero no se puede elevar porque la gente tiene poca plata en el bolsillo -opinó Favaro-. Pienso que si bajaran todos los insumos en la Argentina andaríamos un poco mejor. El gas oil a 50 centavos de dólar es un disparate, se complican los fletes y todos los agroquímicos que tenemos que usar son importados y también tiene precios muy elevados."
La floricultura es una de las principales fuentes laborales de la zona, sobre todo en época de recolección, cuando a los trabajadores estables se suman los cosecheros.
"Pienso que todo el que se dedica actualmente al campo apenas puede subsistir; este tiempo no es bueno para ninguno. Depende la producción que tengas, podés salir, porque esto no es cuestión de decir: `planto tres plantas y tengo tal producción'; hay que pelear contra la naturaleza también. No es fácil todo esto, no es que vos sembrás y a los días tenés los resultados", argumentó.
Debido a inestabilidad de las actividades rurales, "uno intenta no meterse tanto en créditos porque después no sale más. A los intereses que tiene hoy la plata en la Argentina, no creo que nadie pueda salir de las deudas", evaluó el floricultor.
La explotación familiar de los Favaro cuenta, además de su dirección, con el trabajo colectivo de sus tres hijos -una veterinaria, un bioquímico y otro que pronto comenzará sus estudios de kinesiología-. "Ellos me ayudan mucho, por ahora, también trabajan en esta actividad."
Experimentos para cosechar logros
Después de desarrollar una explotación productiva en la provincia de Buenos Aires, hace poco tiempo llegó a Santa Rosa de Calchines el floricultor Julio Ernesto Galmeida, para invertir en la zona con un claro objetivo: cosechar todo el año las rosas sembradas con nuevas yemas importadas de Ecuador y Colombia.
"Nosotros hicimos una prueba en 1999, plantamos en otro establecimiento de la zona unas 2.500 plantas y en el 2000 se cosechó todo el año, a pesar del frío que hizo. Heló mucho y seguido, pero igualmente se pudo recoger rosas, así que creemos que tiene que funcionar; ojalá así sea, entonces hay trabajo para la gente", dijo Eduardo Argañaraz, encargado de la plantación.
"La rosa se planta en junio o julio y esta primera etapa pensamos cosecharla a fin de año. Son rosas injertadas con yemas nuevas que vienen de Ecuador y de Colombia. Venimos a ver cómo vienen las rosas en Santa Rosa, sobre todo en el invierno, porque tenemos en Buenos Aires, pero como allá hace mucho frío en temporada invernal no sacamos nada. Ya intentamos en Rosario, pero también es muy duro el clima para estas plantas", contó Argañaraz.
Este establecimiento nuevo y de grandes dimensiones cuenta con tres invernáculos de más de 300 metros de largo por 25 de ancho, con 270 canteros y 35.000 plantas cada uno. "Por el momento trabajamos 15 personas, pero cuando se coseche tendremos que meter 50 más porque no vamos a dar a basto", se entusiasmó Argarañaz.
Tanto Favaro -que representa al capital local-, como Galmeida -que simboliza la apuesta externa-, evidencian una lucha decidida para lograr cada vez mejores resultados productivos en una zona que tiene todo para crecer.
Aromas de la historia
Alrededor de 1875, los inmigrantes europeos que arribaron al continente fundaban los primeros establecimientos de floricultura en la Argentina. Eran alemanes, belgas, españoles, italianos y portugueses, que dieron origen a los establecimientos pioneros. Ya en 1940, se sumaron los japoneses que iniciaron los grandes viveros productores actuales.
Atendiendo al crecimiento de la actividad y a su fortalecimiento productivo, en 1947 nace a nivel nacional la Asociación Argentina de Floricultores y Viveristas, que hoy nuclea a unos 150 productores y los representa en defensa de sus intereses empresarios.
Las zonas con mayor densidad de establecimientos de floricultura son el Gran Buenos Aires y la Plata, pero también hay emprendimientos muy importantes en Santa Fe, Corrientes, Córdoba, Mendoza, Misiones, Formosa y Tucumán.
La asociación nuclea a viveristas y a productores que centran su actividad en la flor cortada, como los de la costa santafesina. Este sector está hoy en condiciones de competir con las flores importadas, dado su alto nivel de calidad.
Nuevos desafíos
La Asociación Argentina de Floricultores y Viveristas se orienta a ofrecer herramientas de gerenciamiento que ayuden a los asociados a reaccionar favorablemente a los cambios y transformaciones que se suceden en la realidad argentina, y a posicionarse en el duro y competitivo mercado local.
Sus dirigentes explican que "la evolución tecnológica y la globalización alcanzan hoy también a esta actividad y presenta nuevos desafíos para el sector: innovar y tratar de lograr una mayor eficiencia en los procesos conducentes a la obtención de un producto final con la calidad adecuada a una demanda cada vez más exigente por parte de los consumidores".
En su constante decisión por impulsar a los productores y fomentar la actividad, la asociación instauró en el período 1998-1999, un premio de 5.000 pesos al mejor trabajo científico, cuyo objetivo sea de aplicación directa por los productores. Dada la repercusión alcanzada por la distinción, fue nuevamente instituido para el período 1999-2000 y la decisión es seguir haciéndolo.
Ramillete de información
Hoy, esa fiesta es un orgullo local, provincial y nacional, y se despliega cada año en una extensión de 170.000 metros cuadrados de parques y jardines y cuatro pabellones que suman 7.200 metros cuadrados. Todo esto y mucho más conforma lo que se conoce como La Ciudad Floral, única en Latinoamérica.
Gabriela RederoFotos: Alejandro Villar(Enviados especiales)